Para Gabriel Zaid al cumplir 84
Luz que ocultas tinieblas como el rayo
bajo el resplandor de las llamas vivas.
Luz de luna nueva que deja
un profundo surco obscuro de sosegado silencio.
Luz de mónadas particulares
que palpitan en el variado compás de las estrellas.
Luz de ondulantes sensaciones,
urdidas por el ritmo sensual de las esferas.
Luz que engendras en tu vientre,
la sombra, la penumbra y el inesperado destello.
Luz de la ebriedad, luz de la agonía,
luz en la que se pierde y se gana cada día.
Luz más luz, como pedía el poeta en su despedida.
Luz de luna, luz tan plena, luz de esta noche serena.
Pero también tan fogosa y desmedida:
Luz de sol que palpita y corre por mis venas.
Luz de sangre que colorea la sinuosa melodía.
Luz que mana a borbotones sin menguar porfía,
ni cotas, ni medidas, ni cadenas. . .
Luz en fin, que al esclarecer el tiempo y el espacio,
das forma a la materia hasta convertirla en morada
y súbita energía, donde habitar es bello.
Luz a velocidad infatigable,
por más que corra, como a la tortuga,
nunca te alcanzaría.
Luz que sólo existe, en su grata compañía,
la de usted, mi esquiva soledad inalcanzable.