En el Cancionero apócrifo de Juan de Mairena, «poeta, filósofo, retórico e inventor de una Máquina de cantar», Antonio Machado describe con cierta precisión un aparato destinado a burlarse de los algebristas de imágenes (Calderón, inclusive), y a pasar el tiempo «mientras llegan los nuevos poetas, los cantores de una nueva sentimentalidad».
«Esta especie de piano-fonógrafo tiene un teclado dividido en tres sectores: el positivo, el negativo y el hipotético. Sus fonogramas no son letras, sino palabras. La concurrencia ante la cual funciona el aparato elige, por mayoría de votos, el sustantivo que, en el momento de la experiencia, considera más esencial, por ejemplo: hombre, y su correlato lógico, biológico, emotivo, etc., por ejemplo: mujer«. «Los vocablos lógicamente rimados son hombre y mujer; los de la rima propiamente dicha: mujer y (puede) ser. Sólo el sustantivo hombre queda huérfano de rima sonora. El manipulador elige el fonograma lógicamente más afín, entre los consonantes a hombre, es decir, nombre. Con estos ingredientes el manipulador intenta una o varias coplas, procediendo por tanteos, en colaboración con su público.»
Machado atribuye a la máquina la siguiente copla:
Dicen que el hombre no es hombre
mientras que no oye su nombre
de labios de una mujer.
Puede ser.
Las burlas se vuelven veras. Harper’s Magazine publicó en diciembre de 1963 los siguientes versos hechos por una máquina electrónica a partir de 3 500 palabras y 128 modelos sintácticos:
Oh, panic not to this docile juice
Finally, few of my jackets did distrust the goose
To those cell’s hot ashes, a raccoon may sting
Ah, to rectify was black; to refuse is nourishing
Que podrían traducirse así:
Oh, no te asustes de este dócil jugo
Finalmente, pocas de mis chaquetas desconfiaron del ganso
Un mapache puede picar esas cenizas ardientes de la célula
Ay, rectificar fue negro, negarse es alimenticio
Gabriel Zaid, La máquina de cantar, Siglo XXI, México, 1967, pp. 1-2.