Archivo de la categoría: Poema

Virtud del recuerdo. Por Alfonso Reyes

Cuando la soledad me da licencia,
repaso con la mente mi destino,
ansioso de buscar la consecuencia
en tan aventurado desatino.

Ni quiere ni resiste la conciencia
ceder al trance que jamás previno,
aunque se burlan de su resistencia
todos los sobresaltos del camino.

Me desesperan los torcidos trazos,
en la madeja del azar me pierdo
y pugno por soltarme de los lazos.

Pero renazco vencedor y cuerdo,
porque juntan y zurcen los retazos
los virtüosos hilos del recuerdo.

28 de diciembre de 1949.

Alfonso Reyes. (1996). Constancia poética. Obras Completas X. Fondo de Cultura Económica, p. 444.

Frontera del dolor. Por Alfonso Reyes

¡FRONTERA del dolor y el pensamiento,
alma hecha de carne todavía,
ave engañada que en sus alas fía
y es prisionera cuando cruza el viento!

¿Dónde está el rumbo, dónde está el momento
de libertad, y la “derecha vía”?
No vueles, ave, que te cansaría
el vago errar, el angustiado intento.

No vueles, ave: quieta en el engaño,
en medio del mudable desatino,
deja al tiempo girar año tras año.

Confía sólo en la virtud del trino,
y guarda sólo, en tu desdén huraño,
una dulce quietud ante el destino.

México, 22 de marzo, 1940.—VS

Alfonso Reyes. Obras completas X. Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pág. 203.

Río de olvido. Por Alfonso Reyes

Río de Enero, Río de Enero:
fuiste río y eres mar:
lo que recibes con ímpetu
lo devuelves devagar.

Madura en tu seno el día
con calmas de eternidad:
cada hora que descuelgas
se vuelve una hora y más.

Filtran las nubes tus montes,
esponjas de claridad,
y hasta el plumón enrareces
que arrastra la tempestad.

¿Qué enojo se te resiste
si a cada sabor de sal
tiene azúcares el aire
y la luz tiene piedad?

La tierra en el agua juega
y el campo con la ciudad,
y entra la noche en la tarde
abierta de par en par.

Junto al rumor de la casa
anda el canto del sabiá,
y la mujer y la fruta
dan su emanación igual.

El que una vez te conoce
tiene de ti soledad,
y el que en ti descansa tiene
olvido de lo demás.

Busque el desorden del alma
tu clara ley de cristal,
sopor llueva el cabeceo
de tu palmera real.

Que yo como los viajeros
llevo en el saco mi hogar,
y soy capitán de barco
sin carta de marear.

Y no quiero, Río de Enero,
más providencia en mi mal
que el rodar sobre tus playas
al tiempo de naufragar.

—La mano acudió a la frente
queriéndola sosegar.
No era la mano, era el viento.
No era el viento, era tu paz.

Alfonso Reyes, «Río de olvido», Romances del Río de Enero, Constancia poética, Obras completas X, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 385-386

Vida de los poetas. Por José Emilio Pacheco

En la poesía no hay final feliz.

Los poetas acaban

viviendo su locura.

Y son descuartizados como reses

(sucedió con Darío).

O bien los apedrean y terminan

arrojándose al mar o con cristales

de cianuro en la boca.

O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.

O lo que es peor: poetas oficiales,

amargos pobladores de un sarcófago

llamado Obras completas.

 

José Emilio Pacheco, Irás y no volverás. Poemas 1969-1972. Era, México, 2001, p. 99.

Entre irse y quedarse. Por Octavio Paz

Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.

La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.

Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.

Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.

Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.

La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.

En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.

Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.