ENTRE espadas de cristal
que tajan tu luz radiosa,
¿de dónde tanto misterio,
México, ciudad remota?
Vuelo de un águila un día
que en sus garras desabrocha,
sobre el peñón de la fábula,
las semillas de tu historia.
A tus lagos ofrecida,
del altiplano señora,
cuna o balsa para el sueño
de tu raza suntüosa;
pronto tus muros valientes
espía el agua envidiosa,
mientras tus climas serenos
todas las flores convocan.
Codicia del español
que en sus ansias te avizora,
y donde dicen que el sol
muda en oro lo que dora.
Casi inaccesible valle
que dos sangres acrisola
para los duros destinos
de la muerte y de la gloria;
que aúllas bajo la planta
de las enemigas tropas,
y te defienden tus niños,
cayendo, la entraña rota;
que abres al príncipe rubio
los dos senos, voluptuosa,
y lo trituras después
en tu abrazo de leona;
que vas labrando en los siglos,
con la pica vengadora,
la pirámide viviente
que ha tanto tiempo amontonas:
¿Por qué te acercas de lejos,
México, ciudad famosa,
y estando cerca de ti
te me apareces remota?
¿Qué vidrio irreal te aísla,
te suspende y te arrebola?
¿Si del peso de tus nubes
o de aire tenue te ahogas?
¿Si triunfas o desfalleces,
cuchicheas o alborotas,
que ya no acierta el sentido
la pauta de tus cabriolas?
¿Qué rumor de oculto río
en tus adentros borbota?
¿Qué pavor sube del blando
suelo que se desmorona?
¿Por qué las torres ladeas
y los monumentos doblas,
y eres como mar de tierra
con su vaivén y sus ondas?
¿Qué esperanza te sustenta,
consigna te corrobora,
virtud te arma, prestigio
te levanta y te corona?
Tibio te acaricia el día,
y tu pecho no reposa,
porque jadea tu aliento
a lo largo de las horas.
No duermes, no te fatigas:
en la noche fría bogas,
y de tu noche en el seno
laten las locomotoras.
México, 1938.—VS. RA.
19.408048
-99.178589
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