Estornudos literarios. Por Alfonso Reyes

I*

JORGE LUIS BORGES me escribe desde Buenos Aires:

“Releo en la página 40 del Calendario: Un solo estornudo sublime conozco en Ia literatura: el de Zaratustra.” ¿Puedo proponerle otro? Es uno de los tormentosos presagios de la Odisea y está en el libro XVII, al final. La reina, fastidiada, hace votos por la terrible vuelta del héroe y entonces (sigo Ia versión de Andrew Lang) “Telémaco estornudó con vigor y en torno el techo resonó maravillosamente.”

El ominoso carácter de la efusión es reconocido en seguida, y Penelope exclama: “Eumeo, ¿no adviertes que mi hijo ha estornudado una bendición sobre mis palabras? Ya sé de cierto que ningún destino a medio forjar caerá sobre los pretendientes y que ninguno de ellos conseguirá eludir la muerte y los hados.”

Sería entretenido rastrear los escamoteos y las deformaciones de este estornudo a través de los púdicos traductores. ¿Lo estornudó Mme Dacier o lo falsificó? Chapman, en mi versión de 1614, no lo silencia:

. . . in echoes round
Her son’s strange neesings made a horrid sound.

(Neesing, me informa el Diccionario, es una antigua forma de sneezing.) —P. D. También, en una revista americana, este epíteto homérico: “The not to be sneezed at sum of two thousand dollars.”— El estornudo, ahí, es despectivo.

Amigo Jorge Luis: No tengo a la mano a Mme Daciem, ni tampoco la Ulixea, de Pérez, el padre del célebre secretario de Felipe II, libros ambos que se me han quedado en mi tierra. Usted puede consultar allá a don Leopoldo Lugones, experto en materia de Odisea. En Ia traducción castellana de Segalá y Estalella, la página 453 se abre con el alegre estornudo. También lo encuentro en la versión de Bérard, III, página 45.

* Monterrey, Nº 8. Río de Janeiro, III-1932.

II*

1. Las manifestaciones del folklore a propósito de los estornudos son incontables. Cada raza, cada nación, tienen y tuvieron siempre curiosas supersticiones y extrañas prácticas relativas a este singular espasmo, pero su aparición en la literatura es muy rara. Wordsworth menciona el estornudo de un gato; Robert Browning, en su Apología del Obispo Boulgram, habla con sutileza de aquel “estornudo inminente que nunca sobreviene”, y en sus Dos camellos habla del “causing ordinary flesh to sneeze”. Y Pascal, en sus Pensamientos, Nº 160, observa que “L’éternueinent absorbe toutes lee fonctions de l’âme aussi bien pie la besogne. Mais on n’en tire pas les mêmes conséquences contre la grandeur de l’homme, parce que c’est contre son gré…“ Pero si existe algún poema, tratado, novela o comedia donde el estornudo sea el tema, la crisis, la catástrofe, la solución —como bien puede suceder—, confieso que dos han escapado a mi atención.

En las Xenias Mansas, IV, de Goethe, aparece una metáfora desarrollada que describe el efecto picante de su epigrama:

—Ni os vitupero ni os elogio, sólo hago burlas: y he aquí que al muy ladino el fuego se le asoma a Ia cara y la mostaza me le sube a las narices. Y si al cabo suelta el estornudo ¡quién sabe lo que pase o lo pie haga! Sin embargo, después vendrán la reflexión, el espíritu, la razón —pura, si es posible—, y eso sí que es bueno!

Norman, Oklahoma, 19-IV-1932.

Roy Templé House,
(Editor de Books Abroad)

2. Una alusión al folklórico “¡Dios te ayude!”, en la letrilla de Góngora que tiene por estribillo:

Cada uno estornuda

como Dios le ayuda.

3. Naturalmente que entre los libros de urbanidad más o menos derivados del Cortesano de Castiglione se tiene que hablar del estornudo, pero allí ya no se trata de un uso literario del tema, sino de un precepto de los buenos modales. Así, Lucas Gracián Dantisco se queja, en su Galateo español —fines del siglo XVI—, de los que “tosiendo y estornudando hacen gran ruido, que atruenen los que allí están”.

* Monterrey, N’ 9. Río de Janeiro, VII-1932.

Alfonso Reyes, «Estornudos literarios», Obras completas VIII, FCE, México, 1996, pp. 313-314.

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