Diccionario de escritores mexicanos del siglo XX en línea

El Diccionario de escritores mexicanos siglo XX, en línea, contiene información de la obra de los autores compilados en los nueve tomos del Diccionario de escritores mexicanos siglo XX (A-Z, 1988-2007), con datos actualizados en gran parte de los registros. De manera continua se harán las actualizaciones de las entradas de los autores, se realizarán correcciones y se incluirán nuevos escritores (nacidos hasta 1970).

Esta obra es el resultado de más de cuarenta años de trabajo en el Centro de Estudios Literarios, realizado por un equipo que ha llevado a cabo labores de investigación, redacción y edición de las versiones impresa y digital, con el apoyo de un grupo considerable de becarios y alumnos del servicio social, bajo el compromiso de ofrecer información sobre nuestros hombres de letras.

El Diccionario de escritores mexicanos siglo XX, en línea, incluye aquellos autores que han cultivado cuento, ensayo, novela, poesía, teatro y traducción, principalmente. También incorpora a los biógrafos, críticos, cronistas, filósofos, historiadores y periodistas, cuya obra se relaciona de alguna manera con la literatura mexicana. Asimismo, integra a escritores de otras nacionalidades con residencia en el país y cuya producción total o parcialmente ha formado parte de nuestras letras.

Cada ficha de autor se desarrolla en tres apartados fundamentales: el primero ofrece los datos biográficos del escritor e información sobre su trayectoria profesional, así como un comentario general sobre su obra; el segundo, sus obras, divididas en bibliografía y hemerografía, ambas clasificadas en orden alfabético de géneros y éstos a su vez en orden cronológico de publicación; y en tercer lugar, aparecen sus referencias críticas (reseñas, entrevistas y estudios sobre el autor), clasificadas en orden alfabético de críticos.

La utilidad de este material consiste en ofrecer, además de los datos esenciales (con rigor metódico) de la vida de un autor, la nómina de sus obras y las referencias críticas sobre su producción, una amplia lista de publicaciones periódicas (revistas literarias, suplementos y secciones culturales de los periódicos) y una bibliografía de obras de consulta general (antologías, historias de la literatura, volúmenes de homenajes, entre otras publicaciones) que muestran el patrimonio cultural sobre el que se sustenta la literatura mexicana contemporánea. Además, hemos incluido en este portal digital una galería fotográfica con imágenes de los autores incluidos y una variedad de audiovisuales mediante una serie de ligas que complementan la información de su obra.

En síntesis, los objetivos de esta empresa colectiva son, además de facilitar la tarea de la investigación literaria, rescatar la obra y trayectoria de los escritores mexicanos del siglo XX, crear una herramienta de trabajo que permita la amplia difusión de quienes representan en muchos momentos la conciencia crítica y literaria del país. Hemos contado para elaborar este sitio con un amplio acervo de datos de y sobre escritores mexicanos, en orden alfabético de apellidos, que ha venido incrementándose desde 1962 hasta nuestros días, a partir, sobre todo, de la revisión de libros y publicaciones periódicas del siglo XX. Todo ello permitirá al estudiante, maestro, investigador, periodista cultural o simple interesado en nuestra literatura tener acceso a los datos necesarios para una mejor comprensión y un mayor acercamiento a los autores que le interesen, o lo mismo que para emprender cualquier tipo de trabajo histórico-crítico-literario.

El equipo editor del Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX, en línea, espera cubrir las expectativas de información de quienes lo consulten. Su actual modalidad digital nos permitirá incrementar el acervo y con los requerimientos de indagación literaria del rico patrimonio que conforma nuestra tradición cultural heredada por las distintas generaciones de escritores mexicanos.

Sitio web de consulta: http://www.iifilologicas.unam.mx/dem/index.php

Mal de libros. Por Alfonso Reyes

HAY MAL de libros como hay mal de amores. Quien se entrega a ellos olvida el ejercicio de la caza y la administración de su hacienda. Las noches, leyendo, se le pasan de claro en claro y los días de turbio en turbio. Al fin, se le seca el cerebro.

Y menos mal si da en realizar sus lecturas, y el romanticismo acumulado por ellas lo descarga sobre la vida. Pero falta componer el otro Quijote: la Historia del ingenioso hidalgo que de tanto leer discurrió escribir. Leer y escribir se corresponden como el cóncavo y el convexo; el leer llama al escribir, y éste es el mayor y verdadero mal que causan los libros.

Montaigne se quejaba de que haya pocos autores: la mayoría no son sino glosadores de lo ajeno. Schopenhauer lamenta que sean tan escasos los que piensan sobre las cosas mismas: los más piensan en los libros de otros; al escribir, hacen reproducciones; otros, a su vez, reproducen lo que aquéllos han hecho, de modo que en la última copia ya no pueden reconocerse los rasgos del bello Antínoo.

Tales autores, a imitación de la deidad antigua, no pisan el suelo: andan sobre las cabezas de los hombres; que si tocaran la tierra, aprenderían a hablar.

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Del perfecto gobernante. Por Alfonso Reyes

Ya se entiende que el perfecto gobernante no era perfecto: estaba lleno de pequeños errores para que sus enemigos tuvieran donde morder. De este modo, todos vivían contentos.

El pueblo tampoco era perfecto: lleno estaba de extraños impulsos de rencor. Cada año, el gobernante entregaba a la cólera popular una víctima propiciatoria por todos los errores del año.

Había dos ministros: uno de la guerra, otro de la paz. El ministro de la guerra era muy prudente y metódico, porque en esto de declarar la guerra hay que irse con pies de plomo, y en esto de administrarla, con manos de araña. El ministro de la paz era muy impetuoso y bárbaro, a fin de dar a los pueblos ese equivalente moral de la guerra, sin el cual, durante la paz, los pueblos desfallecen.

El gobernante procuraba que todas las ruedas de su gobierno giraran sin cesar, porque el uso gasta menos que el abandono. De tiempo en tiempo, al pasar por las alcantarillas, dejaba caer algunas monedas, que luego distribuía entre los que habían bajado a buscarlas.

Un día advirtió el gobernante que los funcionarios no cumplían con eficacia sus cargos: el servicio público era para ellos cosa impuesta, ajena. Entonces dejó que los funcionarios se organizaran en juntas secretas y sociedades carbonarias, con el fin de mandarse solos.

Desde aquel día, el servicio público tuvo para los servidores del Estado todo el atractivo de un complot. Ellos encontraron en el desempeño de sus deberes los deleites de los Siete Pecados, y el pueblo prosperaba, dichoso.

 

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