Divagación de la rueda. Por Alfonso Reyes

ENTRE los aciertos prácticos de la humanidad —todos a la cuenta de nuestros abuelos remotos— se destacan seguramente la domesticación del fuego y el descubrimiento de la rueda; algo después, la escritura y el alfabeto. Entre los aciertos teóricos, el haber dado con nociones como el uno y el cero, que dicen vienen de la India y acaso pasaron a Europa por mediación de los árabes españoles, pero a los que ya consagraban los antiguos mayas una celebración anual como a dioses benéficos. Y es muy singular que, para la flotación gráfica del cero, hayamos caído en algo como una imagen espectral de la rueda, rueda olvidada y recordada, última palpitación del objeto “rueda”, antes de borrarse de la conciencia. A la rueda, como al cero y como a la “O”, se la conoce por lo redonda, y quien no conoce la “O” por lo redonda será que tampoco entiende el cero ni venera la rueda: no sólo imbécil, sino renegado de la humana virtud.

¡La rueda! Esta hada entró sin ruido hace ya mucho tiempo en la historia. Los constructores de las Pirámides habían usado rodillos y cilindros para acarrear sus piedras talladas, pero rodillos y cilindros no son ya la rueda, sino un elemento de la rueda. Para que la rueda llegue a ser útil es fuerza que el hombre haya sometido previamente a alguna bestia de tiro. De lo contrario, la rueda o el carro poco aprovechan. Pero los constructores egipcios no conocían más “mano de obra” que la humana. Allá en el segundo milenio antes de nuestra Era aparece el delicado conjunto del rodillo, el eje, el cubo de rueda, ajustados por algún artesano de genio, predecesor de Papin y Edison, cuyo nombre hemos perdido, y tal fue el paso hacia la rueda. Ella vino a ser la primera de nuestras invenciones mecánicas, o mejor, la primera máquina.

Antes de la rueda, ya había útiles, ciertamente. Pero entre el útil y la máquina hay harta diferencia. El útil se adapta a los órganos del hombre, los prolonga y los refuerza: el bastón y la caña de pescar continúan el brazo; el martillo aumenta el peso del puño; el garfio o garabato no es más que un dedo encorvado; el rastrillo es un haz de dedos suplementarios. El útil sólo tiene poder cuando es manejado por el hombre, sólo tiene poder enlazado al organismo humano mediante la mano que lo sujeta. La rueda, en cambio, en vez de enlazarse al cuerpo del hombre, se le separa; y más aún, sé aleja de toda la naturaleza viva para brindar así, a los humanos, como desde lejos, un progreso fantástico.

La naturaleza, decían los escolásticos, tiene horror al vacío, y la fórmula se ha quedado en nuestra memoria porque habla a la imaginación y porque responde a la experiencia. La naturaleza, en efecto —según la perciben los sentidos—, es toda ella plenitud y contacto, y así pudo decir el poeta Francis Thompson que no puede arrancarse una flor sin perturbar a una estrella. La naturaleza produce y nutre a sus criaturas siempre por acercamiento y penetración. Y el útil, como lo hemos dicho, también pertenece a este sistema. El obrero necesita y pide que el útil le acomode en la mano. Pero no la rueda. El carretero, el constructor de la rueda, se ingenia, al contrario, para reducir los frotamientos al mínimo; su ideal sería anularlos y lograr que la rueda girara a toda velocidad en el vacío. Aquel señor que pasa en coche forma un cuerpo con el asiento y la carrocería del vehículo. Pero la rueda, motriz del conjunto, no forma cuerpo con nada. Su medio favorable es, en torno al eje, una gota de grasa, gota que no sirve para alimentar sino sólo para emancipar o libertar. La vocación de la rueda es la libertad. Tiene ante sí el infinito, el infinito del número y el infinito mecánico. ¡Qué bien lo entendió el artista griego cuando imaginó a la Fortuna como una mujer sobre una rueda! El anhelo, el sueño de esa mujer es la riqueza, el gozo inacabable solo la rueda puede dárselo. Y nunca la mitología fue mas lejos. Y toda maquina fundada en la rueda eso es lo que quiere, escapar: de aquí la rebelión de las máquinas que hoy estudia la Cibernética, espantada de sus propios engendros.

Diciembre de 1955.

Alfonso Reyes, «Divagación de la rueda», Las burlas veras. Segundo ciento, Obras Completas XXIIFCE, México, 1989, pp. 616-617

Alfonso Reyes en Radio UNAM

Las Meditaciones Metafísicas para legos

«Ráfaga de pensamiento» de una cita del texto El cazador de Alfonso Reyes, sobre el dogmatismo y escepticismo (y que se sospecha es una explicación y una burla al método cartesiano).

Comentarios: Ernesto Priani Saisó.

Producción: Ignacio Bazán Estrada.

Voces: María Sandoval y Juan Stack.

Controles técnicos: Francisco Mejía.

Radio UNAM, 31 de marzo de 2018.

Fuente: https://ernestopriani.podbean.com/

 

Alfonso Reyes Internet Archive

Las siguientes publicaciones de Alfonso Reyes se encuentran disponibles en Internet Archive; biblioteca digital que alberga una gran cantidad de archivos de audio, texto y video; la gran mayoría de ellos en dominio público, o con licencias de tipo Creative Commons que permiten su distribución gratuita.

Cartones de Madrid:

Cuestiones estéticas:

El cazador:

El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX:

El plano oblicuo:

Huellas:

Ifigenia cruel:

Retratos reales e imaginarios:

Rubén Darío en México:

Simpatías y diferencias. Primera serie: 

Simpatías y diferencias. Segunda serie: 

Simpatías y diferencias. Tercera serie: 

Simpatías y diferencias. Cuarta serie: 

Visión de Anáhuac:

 

Heráclito. Por Jorge Luis Borges

El segundo crepúsculo.
La noche que se ahonda en el sueño.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo.
La mañana que ha sido el alba.
El día que fue la mañana.
El día numeroso que será la tarde gastada.
El segundo crepúsculo.
Ese otro hábito del tiempo, la noche.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo…
El alba sigilosa y en el alba
la zozobra del griego.
¿Qué trama es ésta
del será, del es y del fue?
¿Qué río es éste
por el cual corre el Ganges?
¿Qué río es éste cuya fuente es inconcebible?
¿Qué río es éste
que arrastra mitologías y espadas?
Es inútil que duerma.
Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.
El río me arrebata y soy ese río.
De una materia deleznable fui hecho, de misterioso tiempo.
Acaso el manantial está en mí.
Acaso de mi sombra
surgen, fatales e ilusorios, los días.

Homenaje a José Luis Martínez, curador de las letras mexicanas, a cien años de su nacimiento (1918-2018)

Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca.
Ciclo de conferencias conversaciones: Universidad, política y pueblo.

Dr. Braulio Hornedo Rocha, Universidad Virtual Alfonsina.
Miércoles 11 de abril de 2018, 19:00 hrs.
Salón azul, Museo de la Ciudad de Cuernavaca. #MuCiC
Centro Histórico.
Entrada libre.

CAR José Luis Martínez

José Luis Martínez Rodríguez (Atoyac, Jalisco; 19 de enero de 1918 – Ciudad de México; 20 de marzo de 2007) fue un ensayista, crítico, historiador, editor, académico, promotor cultural y diplomático mexicano.

Su trayectoria como humanista es muy variada. Dentro de su carrera política tuvo el cargo de diputado federal por el Octavo Distrito de Jalisco (1958-1961). Fue Embajador de México ante la UNESCO en París (1963-1964), también, fue Embajador de México en Atenas (1971-1974). Como promotor cultural, fue Director general del Instituto Nacional de Bellas Artes (1965-1970), Gerente General de Talleres Gráficos de la Nación (1975-1976), Consejero de la Fundación Cultural Televisa (1975-1998), Director del Fondo de Cultura Económica (1977-1982), Presidente de los comités organizadores de las celebraciones de los centenarios de Ramón López Velarde y Alfonso Reyes (1988 y 1989). De igual manera, fue el creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte (1994). Además, fue director de la Academia Mexicana de la Lengua (1980-2002), así como miembro de número de la Academia Mexicana de Historia (1993).

Fue un escritor prolífico de numerosos ensayos y estudios. Entre ellos destacan títulos como: Elegía por Melibea y otros poemas, El concepto de la muerte en la poesía española del siglo XV, La técnica en literatura. Introducción, Las letras patrias, de la época de la Independencia a nuestros días, La emancipación literaria de México, La expresión nacional. Letras mexicanas del siglo XIX, Problemas literarios, La literatura moderna de México, La obra de Agustín Yáñez, La luna, Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana, Nezahualcóyotl. Vida y obra, Bernardino de Sahagún, El mundo antiguo, México en busca de su expresión literaria: 1810-1910, Gerónimo de Mendieta, Una muestra de la elaboración de la “Historia verdadera” de Bernal Díaz del Castillo, Origen y desarrollo del libro en Hispanoamérica, El mundo privado de los emigrantes de Indias, La literatura mexicana del siglo XX, Recuerdo de Lupita, Bibliofilia, entre muchos otros.

El escritor Gabriel Zaid alguna vez señaló que José Luis Martínez es «el curador de las letras mexicanas», porque se dedicó a cuidar, organizar y hacer legible nuestra literatura.

Fuente: https://www.academia.org.mx/