Archivo de la categoría: Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca

Acta de matrimonio entre Alfonso Reyes Mota y Alicia Mota (1 de abril de 1937, Ciudad de México)

Acta de matrimonio entre Alfonso Reyes Mota y Alicia Mota (1 de abril de 1937, Ciudad de México, México).

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Acta de defunción de Alfonso Reyes (Ciudad de México, 27 de diciembre de 1959)

Acta de defunción de Alfonso Reyes Ochoa (Ciudad de México, México, 27 de diciembre de 1959). Causa de la muerte: infarto del miocardio, arterioesclerósis coronaria.

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Acta de nacimiento de Alfonso Reyes (Monterrey, Nuevo León, 17 de mayo de 1889)

Acta de nacimiento de Alfonso Reyes Ochoa (Monterrey, Nuevo León, México, 17 de mayo de 1889)

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La Ciudad de México en el tiempo: Octavio Paz

Cartilla moral: lecciones XIII y XIV. Por Alfonso Reyes

Lección XIII

El hombre es superior al animal porque tiene conciencia del bien. El bien no debe confundirse con nuestro gusto o nuestro provecho. Al bien debemos sacrificarlo todo.

Si los hombres no fuéramos capaces del bien no habría persona humana, ni familia, ni patria, ni sociedad.

El bien es el conjunto de nuestros deberes morales. Estos deberes obligan a todos los hombres de todos los pueblos. La desobediencia a estos deberes es el mal.

El mal lleva su castigo en la propia vergüenza y en la desestimación de nuestros semejantes. Cuando el mal es grave, además, lo castigan las leyes con penas que van desde la indemnización hasta la muerte, pasando por multa y cárcel.

La satisfacción de obrar bien es la felicidad más firme y verdadera. Por eso se habla del “sueño del justo”. El que tiene la conciencia tranquila duerme bien. Además, vive contento de sí mismo y pide poco de los demás.

La sociedad se funda en el bien. Es más fácil vivir de acuerdo con sus leyes que fuera de sus leyes. Es mejor negocio ser bueno que ser malo.

Pero cuando obrar bien nos cuesta un sacrificio, tampoco debemos retroceder. Pues la felicidad personal vale ante esa felicidad común de la especie humana que es el bien.

El bien nos obliga a obrar con rectitud, a decir la verdad, a conducimos con buena intención. Pero también nos obliga a ser aseados y decorosos, corteses y benévolos, laboriosos y cumplidos en el trabajo, respetuosos con el prójimo, solícitos en la ayuda que podemos dar. El bien nos obliga asimismo a ser discretos, cultos y educados en lo posible.

La mejor guía para el bien es la bondad natural. Todos tenemos el instinto de la bondad. Pero este instinto debe completarse con la educación moral y con la cultura y adquisición de conocimientos. Pues no en todo basta la buena intención.

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