Para Bitácora, revista de los más jóvenes
No todo ha de ser vivir,
y vivir para jamás cantar.
Era, pues, un nuevo equipaje,
que cantaba al hacerse al mar.
La nave, como era tan leve,
partía por la vertical.
Los que se quedaban en tierra
no se lo van a perdonar.
«¡Suba el que quiera! —gritan ellos,
pero el recelo puede más;
y aunque muchos los envidiaban,
no se querían arriesgar.
Que aunque hay Islas Afortunadas
y muchos reinos que buscar,
también hay Mares Tenebrosos,
caníbales y lo demás.
¡Mejor es largar las amarras
y que nos dejen ir en paz!
Esos que cuentan con los dedos
¡que nos dejen en paz!
Quédense ahí con sus disputas,
con su rabia y su porfiar.
Después de todo y a la postre,
no los vamos a contentar.
Porque está más allá del sueño
lo que queremos conquistar;
está más allá de la noche;
está más allá
de las manos y de los ojos;
está más allá
de los espacios y los años;
está más allá
de las raíces y del humus;
está más allá
de las lágrimas y la sangre;
está más allá.