Todas las entradas por Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca

El nombre de don Alfonso Reyes evoca, no solamente el del "maestro, el mexicano universal... renovador de la prosa castellana” al decir de Borges. También el de un polígrafo infatigable, autor de una obra vastísima, elegante y compleja, creador no sólo de una obra sino de “toda una literatura”. De esta manera establece Octavio Paz la dimensión de la obra alfonsina. Entendámonos, Reyes no es un simple escritor, sino todo un sindicato, una legión de escritores encarnados en una sola persona. Narrativa, ensayo, crítica, teoría e historia literaria, filosofía, divulgación de la ciencia, memorias, dramaturgia y poesía son algunos de los cauces principales que desembocan en el mar de la Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca www.catedrareyes.org

Décimas en acróstico

Por Alfonso Reyes

para una niña peruana: «A Margarita Ulloa Elías»

A yunque muy de «tierras lejas»,

M argarita, quiero aquí

A consejarme de ti

R evelándote mis quejas.

G anarás, si así me dejas

A provechar la distancia,

R imas que, en su consonancia,

I miten mi voluntad,

T erca en la dificultad,

A trevida en la constancia.

 

U na niña del Perú

L ocos afanes traía,

L o que la niña pedía

O jalá lo entiendas tú:

A cabar un verso en u;

E nmendar, cerrando un ojo,

L os pies de un poeta cojo;

I mponerle, en fin, con tretas,

A crósticos por muletas.-

 

¿S abes si logró su antojo?

 

Río de Janeiro, 12 de marzo, 1934

 

Coplas*. Por Alfonso Reyes

1

Andabas con sed de gozo,

como hija de la pena.

¿Sí o no?
Y yo,
debajo de tu rebozo
me pasé la Noche Buena.

2

Sirena que entre las olas
se esconde para no verme,
¿con quién habla a solas,
con quién duerme?

3

Bordado de la almohada
que castigaste su orgullo
y la dejaste marcada:
cuéntame si está en capullo
o si es que duerme casada.

México, 26 de febrero de 1940. -VS.

* Omitido inpensadamente en OP.

 

Gandalín, escudero de Amadís de Gaula. A Sancho Panza, escudero de Don Quijote

Salve, varón famoso, a quien Fortuna,
Cuando en el trato escuderil te puso,
Tan blanda y cuerdamente lo dispuso,
Que lo pasaste sin desgracia alguna.
Ya la hazada o la hoz, poco repugna
Al andante ejercicio; ya está en uso
La llaneza escudera, con que acuso
Al soberbio que intenta hollar la luna.

Envidio a tu jumento y a tu nombre,

Y a tus alforjas igualmente envidio,

Que mostraron tu cuerda providencia.

Salve otra vez ¡oh Sancho! tan buen hombre,
Que a solo tú nuestro español Ovidio
Con buscorona te hace reverencia.

La señora Oriana a Dulcinea del Toboso

¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
Por más comodidad y más reposo,
A Miraflores puesto en el Toboso,
Y trocara sus Londres con tu aldea!

¡Oh, quién de tus deseos y librea
Alma y cuerpo adornara, y del famoso
Caballero que hiciste venturoso
Mirara alguna desigual pelea!

¡Oh, quién tan castamente se escapara
Del señor Amadís como tú hiciste
Del comedido hidalgo don Quijote!

Que así envidiada fuera, y no envidiara,
Y fuera alegre el tiempo que fue triste,
Y gozara los gustos sin escote.

Don Belianís de Grecia a Don Quijote de la Mancha

Rompí, corté, abollé, y dije y hice
Más que en el orbe caballero andante;
Fui diestro, fui valiente, fui arrogante;
Mil agravios vengué, cien mil deshice.

Hazañas di a la Fama que eternice;
Fui comedido y regalado amante;
Fue enano para mí todo gigante
Y al duelo en cualquier punto satisfice.

Tuve a mis pies postrada la Fortuna,
Y trajo del copete mi cordura
A la calva Ocasión al estricote.

Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
Siempre se vio encumbrada mi ventura,
Tus proezas envidio, ¡Oh, gran Quijote!