Archivo de la categoría: Cátedras

ECN. Breves crónicas de grandes personajes: Juan Villoro

Alfonso Reyes digital: Obras completas y dos epistolarios

En el 2002, gracias a la colaboración del Fondo de Cultura Económica, el Colegio de México y la Capilla Alfonsina se realizó la edición digital de las Obras completas del ilustre neoleonés: Alfonso Reyes digital hace parte de la Colección de Polígrafos Hispanoamericanos de la Biblioteca Virtual Ignacio Larramendi. Además de las Obras completas, Alfonso Reyes digital incluye dos epistolarios.

Este proyecto fue desarrollado conjuntamente por la Fundación Ignacio Larramendi, la Fundación MAPFRE TAVERA (actualmente Fundación MAPFRE), ambas de Madrid, y el Fondo de Cultura Económica de México, bajo la dirección de Xavier Agenjo Bullón. El disco incluye la versión íntegra de los veintiséis volúmenes de las Obras completas (editados entre 1955 y 1994 en la colección Letras Mexicanas), así como las respectivas ediciones de la correspondencia mantenida por Reyes con Pedro Henríquez Ureña (Volumen I, 1907-1914) y Julio Torri (1910-1959). La edición se presenta en formato facsimilar, con la posibilidad de efectuar búsquedas a texto libre en la totalidad de los contenidos. Junto a las obras del gran polígrafo mexicano, se incluyen textos, redactados expresamente para esta edición, de José Luis Martínez, director honorario perpetuo de la Academia Mexicana de la Lengua, de Alicia Reyes, nieta de Alfonso Reyes y directora de la Capilla Alfonsina, y de Adolfo Castañón, escritor y editor del Fondo de Cultura Económica.

La consulta de las Obras completas puede efectuarse en el siguiente enlace: Biblioteca Virtual de Polígrafos.

Seguir leyendo Alfonso Reyes digital: Obras completas y dos epistolarios

D. H. Lawrence y los poetas muertos. Por José Emilio Pacheco

They look on and help

No desconfiemos de los muertos

que prosiguen viviendo en nuestra sangre.

No somos ni mejores ni distintos:

Tan sólo nombres y escenarios cambian.

 

Y cada vez que inicias un poema

convocas a los muertos.

Ellos te miran escribir,

te ayudan.

9 de febrero de 1913. Por Alfonso Reyes

¿En qué rincón del tiempo nos aguardas,
desde qué pliegue de la luz nos miras?
¿Adónde estás, varón de siete llagas,
sangre manando en la mitad del día?

Febrero de Caín y de metralla:
humean los cadáveres en pila.
Los estribos y riendas olvidabas
y, Cristo militar, te nos morías...

Desde entonces mi noche tiene voces,
huésped mi soledad, gusto mi llanto.
Y si seguí viviendo desde entonces

es porque en mí te llevo, en mí te salvo,
y me hago adelantar como a empellones,
en el afán de poseerte tanto.

Río de Janeiro, 24 de diciembre, 1932.-VS

La melancolía del viajero. Por Alfonso Reyes

A veces, los que vuelven de un largo viaje conservan para toda la vida una melancolía secreta, como de querer juntar en un solo sitio los encantos de todas las tierras recorridas.

La Odisea no nos hace asistir a los últimos días de Ulises. Cuando Ulises hubo recobrado sus playas y arrojado de su palacio a los pretendientes, dando así término a la gran empresa de su vida, ¿quién duda que se abrió a sus ojos una melancólica perspectiva de ocios y recuerdos, en las noches inacabables de Ítaca, junto a la afanosa rueca de Penélope? Se puede huir a la seducción de las sirenas, amarrándose bárbaramente al mástil. Pero ¿cómo olvidar después las canciones de las sirenas? Apenas ha reposado Ulises, y ya anuncia a su fiel Penélope que nuevos trabajos le reclaman: “Los dioses —le dice— me mandan recorrer todavía muchas ciudades, hasta que no encuentre la tierra de los hombres que ignoran el mar y que cocinan sin sal sus alimentos”. La larga ausencia y los trabajos habían quebrantado seguramente la gallardía de Ulises. Penélope tampoco era ya la que él había dejado, porque, con ser plaza inexpugnable, no había podido resistir al asalto de los años, comprobando la sentencia de Calderón:

que a lo fácil del tiempo
no hay conquista difícil.

Había cenizas en las inextintas ascuas del hogar. Ya no sabía Ulises qué desear más —como todo el que ha recorrido mucho mundo—: si el reposo o las aventuras. Hombre que ha perdido su centro, casi nunca vuelve a recobrarlo. ¡Ay! Los que viajan por mar y tierra han de tener un corazón hecho a todos los embates de la alegría y el duelo, y un ánimo de renunciamiento casi de santos. Temen regresar a sus playas, y las desean. No encuentran a la vuelta lo que habían dejado a la partida. Ya no saben dónde ha quedado la tierra y la casa que soñaban. En vano los consuela el poeta:

Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage, ou comme celui-là qui conquit la Toison, et puis est retourné, plein d’usage et raison, vivre entre ses parents le reste de son age.

Ulises tiene que seguir viajando, como piedra condenada a rodar. Él cuenta que los dioses lo mandan… Algunos hemos creído siempre que ya, Ulises, lo único que quiere es volver a la pecadora Isla de las Canciones.

En El Cazador