Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
Musa de grandes orejas,
si hay huevos en tu panal,
entre cada sol y sol
tiende otro verso a secar.
Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
El amor tira con letras,
que es mucha su libertad;
da la hora el alfabeto,
y la pluma, la señal.
Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
El cuco de los doctores
crece en la bota marcial,
y el clavel suelta sus trinos
en la hembra natural.
Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
Ya no sabe la campana
de qué mano ha de tirar,
y el sastre a cortar empieza
su pesebre y su portal.
Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
Salta el árbol de la historia
de la manzana de Adán:
de cada pezón, a Eva
se le salía el maná.
Los poetas, los poetas
—qué cosa tan singular—
beben su vino de gallo
y lo duermen hasta el mar.
Río de Janeiro, 1931.—OV.
Alfonso Reyes, Obras completas X, Constancia poética, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 134-136.