Cuatro soledades. Por Alfonso Reyes

1.ª
Clara voz de mis mañanas,
¿dónde estás?
Mi Rua das Laranjeiras,
donde aprendían los pájaros
a cantar en español.
¿Dónde estoy?
¿Dónde estáis y dónde estoy?
Cielo y mar, sonrisa y flor,
¿dónde estáis y dónde estoy?
Último sueño del tiempo
gracia, esperanza y perdón,
¿dónde estáis y dónde estoy?
¿Dónde la secreta dicha
que corría sin rumor?
¿Qué se hizo el rey don Juan,
los Infantes de Aragón?
¿Dónde estáis y dónde estoy?
¿Dónde las nubes de antaño?
¿Adónde te fuiste, amor?
¿Dónde apacientas tus greyes
y las guareces del sol?
Digan: ¿Quién la vio pasar?
(Y todos dicen: ¡Yo, no!)

2.ª
Los tiernos ojos del niño
que me prestaban su luz.
Los graves ojos del mozo
que se abrieron a la vida
como quien mira su cruz.
Reposo, abrigo y solaz,
todo lo sumabas tú.
Todo lo he perdido yo
desde que vivo tan lejos,
tan lejos de tu virtud.
Tu virtud brotó de mí,
largo alarido de sed:
que sólo engendran su sueño
un hombre y una mujer.
Todo lo tenías tú.
Y ahora que te me alejas
¿qué voy a hacer?
Entre libros y entre gentes
¿qué voy a hacer?
Entre pasiones ajenas
¿qué voy a hacer?
Entre ciudades y ruinas
¿qué voy a hacer?

3.ª
Este ratito que hurto
al tiempo de los demás;
este último refugio
para juntar mis pedazos;
este acallantarme solo
un instante nada más;
este acordarme de mí,
que se me quiere olvidar;
este engañarme a sabiendas
y tratarme con piedad;
este ver lo que me falta,
este ordenar y contar,
este llorar;
y empezar y no acabar,
y cuando estoy acabando,
sentir que me falta más…
Dizque íbamos a vivir,
dizque íbamos a viajar,
dizque ibas a acompañarme
y a entenderme y lo demás.
Y bien sé que no, y no importa,
y qué más me da,
¡si lo poco que durara
era de felicidad!
Despierto, cierro los ojos,
vuelvo a despertar.
¡Qué difícil engañarme,
durmiendo con la verdad!
¡Resucitar y morir,
morir y resucitar!

4.ª
—¿Qué tienes, alma, que gritas
a tu manera y sin voz?
—Los caminos de la vida
no llevan a donde voy.
—Mal sabes lo que procuras,
mal puedes con tu dolor.
Échate el alma a la espalda,
alma, y sigue con valor.
—No puedo, que salí al mundo,
y no me desengañó.
Vi una torre, vi una fuente,
vi una mujer, vi una flor,
sentí una canción, vi un ave,
adiviné un resplandor.
La torre se iba rindiendo,
se agotaba el surtidor,
mujer y flor se mudaban
perdiendo aroma y color,
el ave se estremecía:
ya no volaba, ya no;
y el resplandor que pasaba
¿dónde se fue el resplandor?

—¿Qué tienes, alma, que gritas
a tu manera y sin voz?
—Los caminos de la vida
no llevan a donde voy.

Buenos Aires, 1937. —VS. RA

Alfonso Reyes, «Cuatro soledades», Repaso poético (1906-1958), Obras completas X, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 161-164.

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