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¿Qué es un crítico literario? Por Christopher Domínguez Michael

Lección inaugural de Christopher Domínguez Michael en El Colegio Nacional: ¿Qué es un crítico literario?

Fuente: El Colegio Nacional

Christopher Domínguez Michael nació en la Ciudad de México el 21 de junio de 1962, hijo del doctor José Luis Domínguez Camacho (1936–2012), médico psiquiatra y de la dibujante neoyorkina, Marsha Michael Goldenberg (1940–2005), nieta del actor Samuel Goldenberg, del Teatro Yiddish de Nueva York. Vivió su infancia en la entonces bulliciosa Zona Rosa y en los Edificios Peaton Place de la Condesa. Lector voraz desde la infancia, se educó –primaria y secundaria– en la Escuela Activa Decroly.     

En 1987 cuando aparecieron en la revista Vuelta sus primeros artículos, a instancias de Enrique Krauze, subdirector –a quien conoció en el Palacio de Minería en una mesa redonda sobre los diez años de la muerte de Daniel Cosío Villegas, en 1986. Habiendo sido reseñista de libros en el semanario Procesodesde 1983, a partir de enero de 1989 hasta la desaparición de la revista tras la muerte de Octavio Paz en 1998, fue miembro del consejo de redacción de la revista. Hasta la fecha es consejero editorial de su sucesora, Letras Libres y columnista político y cultural en los periódicos Reforma (1993–2015) y actualmente en El Universal.

Ingresó a la UAM Xochimilco en 1980 a estudiar sociología pero dificultades familiares le impidieron proseguir sus cursos universitarios al tiempo que lo acogía la prensa cultural (muy brevemente en Nexos, en El Buscón y en Proceso durante ocho años) y desde entonces ha publicado más de 2000 artículos de crítica e historia literaria. Probablemente sea uno de los periodistas mexicanos en activo más prolíficos.

Ha publicado antologías y diccionarios (Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, en 1989–1991 y el Diccionario crítico de literatura mexicana del siglo XX, 2007 y 2011, e hizo con José Luis Martínez, La literatura mexicana del siglo XX en 1995). Ha hecho historia literaria mexicana del siglo XIX (La innovación retrógrada, 2016) y del XX (Tiros en el concierto. Literatura mexicana del siglo V, 1997) y dos biografías, una de fray Servando Teresa de Mier (Vida de fray Servando, 2004) y otra de Octavio Paz  (Octavio Paz en su siglo (2014). Sobre literatura universal decimonónica y moderna ha publicado La utopía de la hospitalidad (1993), La sabiduría sin promesa. Vida y letras del siglo XX (2000 y 2007), Para leer a Borges (2010), Los decimonónicos (2011) y Retrato, personaje y fantasma (2016). El año próximo Sexto Piso iniciará la colección, en cinco tomos, de sus Ensayos reunidos no recogidos en libro. Ha sido traducido al inglés, al francés y al portugués.

En 2006 obtuvo la beca Guggenheim, en 2013–2014 fue profesor visitante en la Universidad de Chicago con la Beca Tinker y en 2017 obtuvo la residencia Edmundo O’Gorman en la Universidad de Columbia en Nueva York. Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores del FONCA hasta octubre de 2017 y desde 2010 es investigador asociado de El Colegio de México. Ha dado numerosos cursos y conferencias en el extranjero sobre historia literaria latinoamericana y crítica literaria latinoamericana.

Christopher Domínguez Michael ingresó a El Colegio Nacional el 3 de noviembre de 2017.

La campeona. Por Alfonso Reyes

Cuando el Presidente del Club de Natación y los Síndicos de París —chisteras, abultados abdómenes, bandas tricolores sobre el pecho— vieron acercarse a la triunfadora, prorrumpieron en aplausos y entusiastas exclamaciones:

—¡Si parece un delfín!

—Querrá usted decir una sirena.

—No, una náyade.

—¡Una oceánida, una “oceánida ojiverde”, como dijo el poeta!

La triunfadora, francesita comestible que hablaba con dejo italiano para más silbar las sibilantes y mejor suspenderse en un pie sobre las dobles consonantes, comenzó a coquetear:

—Non, mais vous m’accablez! Mon Dieu, que je suis confuse! Et une naiade, encore! C’est pas de ma faute, vous savez? Si j’avais sû…!

Y todo aquello de:

—Toque usted; sí, señor. No hay nada postizo. Eso también me lo dio mi madre con lo demás que traje al mundo, etcétera.

—Vamos a ver, señorita —interrumpió, profesional, el señor Presidente, poniendo fin a esos desvaríos con una tosecilla muy al caso— ¡Ejem! ¡Ejem! Para llenar este diploma hacen falta algunos datos. Decline usted sus generales.

—¿Aquí, en público?

Risas. El Presidente, protector:

—Su nombre, su edad… ¿En qué trabaja usted, cuál es su oficio?

—Mi oficio es muy modesto, señores. Porque, sin agraviar a nadie, yo, como decimos los del pueblo, soy puta.

Pánico. Silencio seguido de rumores.

—¿Ha dicho usted…?

—Puta.

¡……………………………………………………………………..!

Dominando la estupefacción general, Monsieur Machin, siempre analítico, interroga:

—Pero, entonces, delfín o sirena, náyade, oceánida o demonio… sin faldas, ¿quiere usted decirnos cómo, cuándo, dónde adquirió usted esa agilidad y esa gracia en el nadar, esa perfección deportiva, ese dominio extraordinario del… de la… de los… de las…

Y la oceánida, cándidamente, le ataja:

—C’est que… vous savez? Avant de venir ici je faisais le trottoir á Venise.

De Árbol de pólvora

 

El autor argentino-canadiense Alberto Manguel gana premio Alfonso Reyes 2017

El escritor argentino-canadiense Alberto Manguel es el ganador del Premio Internacional Alfonso Reyes 2017, por su «vocación universalista» y por haber cultivado varios géneros «de manera sobresaliente», anunció hoy el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

«Antes que nada, Manguel es un lector, un lector que escribe», señaló la institución sobre el también traductor, editor y crítico literario.

En un comunicado, el INBA aseguró que, al igual que el mexicano Alfonso Reyes, el argentino-canadiense tiene «el carácter de excepcional polígrafo», por haber trabajado la novela, el ensayo y la dramaturgia, además de ejercer el periodismo y la traducción literaria.

A través de las letras y las humanidades, el autor ha encontrado «tanto una vía de realización personal como la oportunidad de encuentro con el otro».

Manguel (Buenos Aires, 1948) aprendió de Jorge Luis Borges que la lectura no es una actividad pasiva, sino que es parte del proceso de construcción de la cultura, indicó la institución.

«Por ello, ha dedicado sus esfuerzos a reivindicar el acto de leer como una fuerza liberadora que permite al individuo vincularse constructivamente con su comunidad», agregó.

El escritor inició su trayectoria literaria como narrador. Con su primera novela, «News from a Foreign Country Came» (1991) ganó el Premio McKitterick de la Sociedad de Autores del Reino Unido.

En su producción ensayística destaca «Una historia de la literatura», la cual, argumenta el INBA, es considerada «un clásico del tema», y se basa en su convicción de Manguel de que «los valores culturales son experiencias comunes a todo ser humano» y trascienden nacionalidades.

Mangel pasó su primera infancia en Tel Aviv hasta los seis años, cuando su familia regresó a su país natal. En 1983 se asentó en Canadá, donde permaneció 20 años y adquirió la nacionalidad.

En 2016 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de Argentina y recientemente fue designado miembro de número de la Academia Argentina de Letras.

El Premio Internacional Alfonso Reyes, otorgado por el INBA e instituciones culturales y educativas del estado de Nuevo León, reconoce a figuras que cuentan con una amplia trayectoria en el campo de las humanidades y que se han dedicado a diferentes géneros de la escritura y a difundir la cultura humanística universal.

Fue otorgado por primera vez en 1973 al escritor argentino Jorge Luis Borges y después de él lo han recibido figuras como los mexicanos Octavio Paz y Fernando del Paso, y el peruano Mario Vargas Llosa.

Fuente: Agencia EFE

El cocinero. Por Alfonso Reyes

Un gran letrero: —“Cocina”—, llamaba la atención del transeúnte. Junto a la puerta, los sabios hacían cola, como en los estancos la gente el día del tabaco. Cada uno llevaba una bandeja, con toda pulcritud y el mayor cuidado. Sobre la bandeja, un espejo de cristal. Y bajo el cristal, una palabra recién fabricada en el gabinete, mediante la yuxtaposición de raíces y desinencias de distintos tiempos y lugares.

El cocinero —hombre gordo y de buen humor— iba cociendo aquellos bollos crudos, aquellas palabras a medio hacer, con mucha paciencia y comedimiento.

Metía al horno una palabra hechiza, y un rato después la sacaba, humeante y apetitosa, convertida en algo mejor. La espolvoreaba un poco, con polvo de acentos locales, y la devolvía a su inventor, que se iba tan alegre, comiéndosela por la calle y repartiendo pedazos a todo el que encontraba.

Un día entró al horno la palabra artículo, y salió del horno hecha artejo. Fingir se metamorfoseó en heñir; sexta, en siesta; cátedra, en cadera. Pero cuando un sabio —que pretendía reformar las instituciones sociales con grandes remedios— hizo meter al horno la palabra huelga, y se vio que resultaba juerga, hubo protesta popular estruendosa, que paró en un levantamiento, un motín.

El cocinero, impertérrito, espumó —sobre las cabezas de los amotinados— la palabra flotante: motín; y, mediante una leve cocción, la hizo digerible, convirtiéndola y “civilizándola” en mitin. Esto se consideró como un gran adelanto, y el cocinero recibió, en premio, el cordón azul.

Entusiasmados, los sabios quisieron aclarar el enigma de los enigmas, y hacerlo deglutible mediante la acción metafísica del fuego. Y una mañana —hace mucho tiempo— se presentaron en la cocina con un vocablo enorme, como una inmensa tortuga, que apenas cabía en el fuego.

Y echaron el vocablo al fuego. Este vocablo era Dios.

…Y no sabemos lo que saldrá, porque todavía sigue cociendo.

Cátedra Alfonso Reyes – UAEM

CAR 2017