Se mecía en la luz como entre espadas,
azuzaba con voces las estrellas,
amanecía con locuras nuevas
y dormía celado de fantasmas.
Retozaba en el viento hecho palabras,
iba entre flores sin burlarse de ellas
y volteaba en la campana hueca
del cielo, sordo de la campanada.
Pero en el aire se juntaban fuerzas,
tretas de cazador, silbos de flechas…
—Y quiere huír. Y rueda sin sollozo.
Que lame el asta atravesado el oso,
y éste miraba sonriendo el bronco
árbol que salta de su corazón.
Río de Janeiro, 1931.—VS
Alfonso Reyes, Obras completas X, Constancia poética, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 130.