Una aproximación a las tradiciones del pensamiento humanista mexicano, Braulio Hornedo Rocha

Por Braulio Hornedo Rocha

Afirmar que entre nuestros autores y actores; Alfonso Reyes (1889-1959) y Emiliano Zapata (1879-1919) pertenecen a una misma generación (gen. 1885), así como las figuras de José María Morelos y Pavón (1765-1815) y Fray Servando Teresa de Mier (1765-1827) quienes nacieron con menos de tres semanas de diferencia y que son miembros muy destacados de la misma generación (gen. 1765), representa un primer paso en la identificación de los personajes y sus actos como los hilos que van conformando la urdimbre de la historia en los diferentes momentos de su acontecer.

Ortega y Gasset (gen. 1885) así como su discípulo Julián Marías (gen. 1915), tanto como sus contertulios interculturales en la conversación de las generaciones a través del milagro de la lectura; Luis González y González (gen. 1930) y Gabriel Zaid (gen. 1930), se han ocupado de investigar y estudiar las “rondas y conversaciones de las generaciones” en el origen y conformación de las tradiciones del pensamiento. Nos toca ahora a nosotros en la era de internet continuar modestamente con este esfuerzo, aportando el proverbial grano de arena, o para estar a tono con los tiempos apenas con algunos pocos bits, que esperamos lleguen a ser fecundos, como semillas en la simiente de nuestra tradición del pensamiento humanista iberoamericano. Contar con elementos para el estudio de las generaciones es de fundamental importancia pues a decir de Ortega y Gasset:

Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa; es como un nuevo cuerpo social integro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia, y por decirlo así, el gozne sobre que ésta ejecuta sus movimientos.

Identificar el papel de las generaciones en los orígenes, maduración y transformación de las tradiciones del pensamiento, es la línea de investigación que hemos adoptado: filosófica, política e históricamente, para contribuir a demostrar que 1810 y 1910 fueron sobre todo, momentos excepcionales en las tradiciones del pensamiento humanista en lengua española, y no sólo períodos de cambio político militar como tradicionalmente se enfoca y enseña, reto que representa uno de los propósitos particulares de este proyecto de investigación, docencia y difusión de la cultura humanista.

El concepto de «tradición política», concebido como un componente de las tradiciones del pensamiento humanista, se ha usado por algunos autores como una forma de enfrentar el creciente cientificismo en las llamadas ciencias sociales que en un afán “neo positivista” sostienen que sólo el conocimiento científico es válido, deseable y aceptable. En este restringido y políticamente orientado sentido, es científico todo aquel conocimiento útil para la producción y reproducción del capital y que por lo tanto es digno de financiamiento.

Una tradición política, dice Ambrosio Velasco, citando a Michael Oakeshott, es un conjunto de prácticas sociales y culturales, “de modos de actuar, pensar y hablar, cuyo conocimiento no es algo fácil de alcanzar, ‘e incluso puede parecer en esencia ininteligible’. La tradición es cambiante pero mantiene una continuidad a través del cambio. No hay un centro fijo e inmutable pero sí podemos comprender su identidad como un movimiento en el tiempo”. Es por estas razones de complejo dinamismo que: “La comprensión de la tradición no puede hacerse a través de métodos rigurosos, sino que es indispensable el desarrollo de destrezas para conversar críticamente con la tradición a la que pertenecemos”.

La conversación intrageneracional se extiende en un diálogo inter tradiciones como un acto crítico y se realiza como conversaciones al interior de una cultura y diálogos a través de la lectura, escuchando con nuestro ojos a los muertos, entre las generaciones de diversas culturas, pero también es un acto necesariamente autocrítico al interior de nuestra propia tradición, es un diálogo en continuo movimiento para el que no existe un método único e infalible como garantía epistemológica de certeza científica, pues la inmensa mayoría estamos limitados a comprender e intervenir sólo muy parcialmente desde el interior de nuestra propia tradición e insisto, en una proporción infinitesimal.

En suma, podemos decir que una tradición política es un complejo de teorías descriptivas y normativas, de valores, creencias, discursos y prácticas políticas que se desarrollan en comunidades específicas, en periodos históricos más o menos definidos, a través de controversias en torno de problemas prácticos y teóricos que confrontan las tradiciones, tanto a su interior como frente a otras tradiciones políticas.

Lograr caracterizar y valorar los empeños y logros de las tradiciones del pensamiento humanista a la vuelta de trescientos años de conversación intracultural y diálogos interculturales a través de la lectura requiere entender el concepto de conversación como lo apunta Michael Oakeshott, como una necesidad urgente de saber incorporar: “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”:

En una conversación, los participantes no realizan una investigación ni un debate; no hay ninguna “verdad” que descubrir, ninguna disposición que probar, ninguna conclusión que buscar. Los participantes no tratan de informar, persuadir o refutarse recíprocamente, de modo que el poder de convicción de sus expresiones no depende de que todos hablen el mismo idioma; pueden diferir sin estar en desacuerdo. Por supuesto, una conversación puede tener pasajes de argumentación y no se prohíbe que quien habla sea demostrativo; pero el razonamiento no es soberano ni único, y la conversación misma no integra un argumento. Una muchacha, a fin de escapar de una conclusión, puede expresar lo que parece ser una observación escandalosamente no aplicable al caso, pero lo que en realidad está haciendo es convertir un argumento que le parece fastidioso en una conversación con la que se siente más a gusto. En la conversación, los “hechos” aparecen sólo para ser resueltos una vez más en las posibilidades de las que salieron; las “certezas” resultan combustibles, no porque se pongan en contacto con otras “certezas” o con la duda, sino porque se prenden por la presencia de ideas de otro orden; se revelan aproximaciones entre nociones normalmente remotas entre sí. Pensamientos de diferentes especies cobran vuelo y se revuelven, respondiendo a los movimientos de los otros y y suscitándose recíprocamente nuevas expresiones. Nadie pregunta de dónde han venido o con qué autoridad están presentes; a nadie le preocupa qué será de ellos cuando hayan desempeñado su papel. No hay director de orquesta ni árbitro; ni siquiera un portero que examine credenciales. Todos los que entran son tomados por lo que parecen y se permite todo lo que pueda ser aceptado en el flujo de la especulación. Y las voces que hablan en conversación no integran una jerarquía. La conversación no es una empresa destinada a generar un beneficio extrínseco, un concurso en el que el ganador obtenga un premio ni una actividad de exégesis; es una aventura intelectual que no se ha ensayado. Ocurre con la conversación como con el juego de azar: su significación no reside en perder, sino en apostar. Hablando con mayor precisión, la conversación es imposible en ausencia de una diversidad de voces: en ella se encuentran diferentes universos de discurso, se reconocen recíprocamente y disfrutan una relación oblicua que no requiere que los universos se asimilen entre sí ni espera que eso ocurra.

El poeta Gabriel Zaid señala que: “En sus grandes momentos, la conversación es una comunidad en éxtasis. Puede ser una fiesta creadora de actos elocuentes, un manantial de añoranzas, deseos, visiones y proyectos” Es en la conversación donde encontramos en ocasiones un atisbo para “ser en el mundo”, un rayo de iluminación mística o transfiguración poética que lo ilumina todo haciendo el mundo habitable. Milagro que se extiende a esa conversación interna que configuramos en la lectura placentera.

La conversación socrática al repetirse deviene en tertulia y ésta pasando por el jardín de Akademos y el liceo aristotélico, los jardines de la biblioteca de Alejandría, el gimnasio y las termas romanas, las cortes de Cleopatra, Marco Aurelio, Carlo Magno, Leonor de Aquitania, Alfonso X el Sabio o Cristina de Suecia, los talleres renacentistas y las tertulias enciclopedistas, hasta llegar a los cafés y las cantinas modernas, son manifestaciones de esta prolongación de la tradición oral en la conversación libre, horizontal, no jerárquica, inteligente y sabrosa por su sabor y olor libertarios. La conversación va conformando instituciones que en su evolución en academias, liceos, colegios, escuelas y universidades, terminan negando los rasgos ácratas de horizontalidad y autogestión de la conversación original de la que surgieron y se nutrieron.

La conversación socrática puede ser llamada tertulia, aunque no tuvo la continuidad de la platónica: reuniones de los mismos amigos, en los mismos lugares; cierta vaga colegialidad que, al paso de los años y los siglos, se transforma en instituto, se vuelve escuela. Toda interlocución sostenida durante muchos años genera mutuas influencias, perfila afinidades y contrastes, hace escuela. Pero ya es otra cosa recibir novicios y formarlos, cobrándoles o no: operar una escuela, un gimnasio intelectual donde se hagan ejercicios y se impartan conocimientos. De unas instituciones salen otras.

La escuela pública obligatoria es un elocuente ejemplo de esta negación de la conversación y la tertulia, al imponerse la educación escolarizada obligatoria se origina una confusión masiva derivada de hacer sinónimos educación y escolaridad, cuando en la práctica se manifiestan como crecientemente antónimos. Las escuelas y universidades modernas que niegan por definición institucional las conversaciones en las que se originaron, no pueden evitar que por un “milagro del eterno retorno” resurgan de sus cenizas nuevas conversaciones originadas en el logos ácrata de la libertad humana de pensamiento y obra, aún cuando “La escuela parece estar eminentemente dotada para ser la Iglesia Universal de nuestra cultura en decadencia… La universidad moderna ha alienado su oportunidad de proporcionar sencillamente un marco para encuentros autónomos y anárquicos, orientados pero no planificados, entusiastas. En cambio, ha elegido convertirse en gerente de un proceso que fabrica los productos llamados investigación y docencia”.

Las primeras academias europeas fueron tertulias de renacentistas que leían, escribían, editaban, hacían música, pintura, escultura. Ahora son llamadas “enciclopédicas”, porque ya no se entiende, ni se sabe cómo llamar, la convergencia de todo en la plenitud. Se confunde con la imposible acumulación de especialidades, porque la universidad (y el mercado) impusieron la perspectiva monográfica de los especialistas. Si el único saber es el monográfico, cualquier otro saber es deficiente y despreciable, como el diletantismo de los “hombres del Renacimiento” o los “filósofos” de la Ilustración.

Nuestro método consiste en identificar a las generaciones cronológicamente inscritas en un periodo histórico (continuo, no discreto) a partir de sus principales personajes, para vislumbrar intraculturalmente las conversaciones al interior de cada generación y de las generaciones entre si dentro de una misma cultura, como uno de los orígenes de las tradiciones interculturales del pensamiento, que se expresan socialmente en una praxis política concreta en los diferentes momentos de la historia de las naciones y los pueblos.

Este proyecto está publicado en el sitio web http://www.humanistas.org.mx con los avances logrados a partir del 2007, que consisten en la formulación de las listas de autores y actores que incluyen poco más de setecientos nombres agrupados en 16 generaciones, de los cuales cerca de quinientos cuentan con una breve semblanza bio-bibliográfica. En el apartado Biblioteca hemos logrado conectar y validar en línea con cerca de 150 libros, constituciones, planes, bandos, proclamas, decretos y epístolas que constituyen nuestra incipiente Biblioteca básica de los centenarios.

El primer paso consiste en ir identificando y ordenando los grupos generacionales de los autores y actores vinculados con los antecedentes, los hechos y las consecuencias de las revoluciones iniciadas en 1810 y 1910. Sobre las listas de autores ordenadas cronológicamente procedimos a identificar los años de referencia por generación, en cortes cada quince años, agrupando a los nacidos siete años y medio antes y después del año centroide. Esto es, la generación de los nacidos en 1900, por ejemplo, agrupa a los nacidos entre julio de 1892 y junio de 1907. En esta generación de los nacidos alrededor de 1900 quedan incluidos tres grupos generacionales reconocidos como: Contemporáneos y Siete sabios en México y la Generación del 27 en España. El límite inferior en nuestro intervalo de tiempo histórico es la generación de los nacidos en 1705 y el límite superior, la generación 1930. El primero Juan José de Eguiara y Eguren, y el último, José Emilio Pacheco se incluyen como antecedentes y consecuentes de la primera y última generación.

Sin pretender cumplir todavía con otros criterios para caracterizar con rigor las generaciones, es nuestro incipiente avance una primera aproximación a futuras categorías más específicas a partir de esta ordenación cronológica por fecha de nacimiento.

El segundo paso consiste en ir compilando una lista abierta y creciente de autores de libros publicados en línea, escritos por humanistas mexicanos, hispanoamericanos y del resto del mundo, con un énfasis particular en los movimientos revolucionarios de 1810 y 1910 en México e iberoamérica.

Agradecemos a Wikipedia y Wikisource, a la Biblioteca del Centro Virtual Cervantes, a la Academia Mexicana de la Lengua, El Colegio Nacional, El Colegio de México, al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, a la Biblioteca Rosa Ma. Porrúa, a biblioteca.tv, a la Comisión Nacional del Bicentenario, la Universidad de Valladolid, la Universidad Georgetown, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Fondo de Cultura Económica, La Biblioteca Social Reconstruir y a la Biblioteca Antorcha por los enlaces de hipertexto que nos permiten ofrecer a nuestros lectores los documentos fundamentales, directos e indirectos, antecedentes y consecuentes, de la revolución de Independencia de 1810 y la Revolución mexicana de 1910.

Ver Tradiciones del pensamiento en PDF.

Referencias bibliográficas

Illich, Iván, “Hacia el fin de la era escolar”, CIDOC, Cuaderno 65, Cuernavaca, 1971.

Oakeshott, Michael, “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”, El racionalismo en política, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.

Ortega y Gasset, José , El tema de nuestro tiempo, Porrúa, México, 1985.

Velasco Gómez, Ambrosio, Republicanismo y multiculturalismo, Siglo XXI, 2006.

Zaid, Gabriel , “Instituciones de la conversación”, Memoria 2006, El Colegio Nacional, México.

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