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El sueño de Pedro Henríquez Ureña. Por Jorge Luis Borges

El sueño que Pedro Henríquez Ureña tuvo en el alba de uno de los días de 1946 curiosamente no constaba de imágenes sino de pausadas palabras. La voz que las decía no era la suya pero se parecía a la suya. El tono, pese a las posibilidades patéticas que el tema permitía, era impersonal y común. Durante el sueño, que fue breve, Pedro sabía que estaba durmiendo en su cuarto y que su mujer estaba a su lado. En la oscuridad del sueño, la voz le dijo:

«Hará unas cuantas noches, en una esquina de la calle Córdoba, discutiste con Borges la invocación del anóni­mo sevillano Oh Muerte, ven callada / como sueles venir en la saeta. Sospecharon que era el eco deliberado de algún texto latino, ya que esas traslaciones correspondían a los hábitos de la época, del todo ajena a nuestro concepto del plagio, sin duda menos literario que comercial. Lo que no sospecharon, lo que no podían sospechar, es que el diálogo era profético. Dentro de unas horas, te apresu­rarás por el último andén de Constitución, para tu clase en la Universidad de La Plata. Alcanzarás el tren, pondrás la cartera en la red y te acomodarás en tu asiento, junto a la ventanilla. Alguien, cuyo nombre no sé pero cuya cara estoy viendo, te dirigirá unas palabras. No le contestarás, porque estarás muerto. Ya te habrás despedido para siempre de tu mujer y de tus hijas. No recordarás este sueño porque tu olvido es necesario para que se cumplan los hechos».

Cronologia de Alfonso Reyes

1889 Nace, el 17 de mayo, en la Ciudad de Monterrey. Su padre, el General Bernardo Reyes, era por entonces Gobernador del Estado de Nuevo León.

1897 Inicia los estudios primarios en la escuela Manuela G. Viuda de Sada, el Instituto de Varones de Jesús Loreto y el Colegio Bolívar, de su ciudad natal.

1901 Concluye sus estudios en el Liceo Francés de la ciudad de México y comienza a escribir poesía.

1902 Trasladada su familia nuevamente a Nuevo León, iniciará la enseñanza preparatoria en el Colegio Civil de Monterrey. Tras un año y medio, volverá a la ciudad de México, donde continúa y concluye estos estudios (1907) en la Escuela Nacional Preparatoria.

1905 Publica en Monterrey sus primeros poemas.

1906 Año importante, ya que además de publicar en Savia Moderna conocerá a Pedro Henríquez Ureña.

1907 Comienza su relación con Manuela Mota.

1908-1910 Concluida la enseñanza preparatoria, permanecerá algún tiempo en Monterrey. Escribirá entonces algunos de los ensayos incluidos en Cuestiones Estéticas así como las fantasías de El Plano Oblicuo. De vuelta en la ciudad de México, se inscribirá en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de México y como miembro del Ateneo de la Juventud participará en el ciclo de conmemoración del primer centenario de la Independencia mexicana (1910) con la conferencia «Los poemas rústicos de Manuel José Othón». Lee además «Sobre la estética de Góngora», conferencia dedicada al intelectual alicantino Rafael Altamira.

1911 En este año aparecerán, en México, su conferencia «El paisaje de la poesía mexicana del siglo XIX», y en París, dentro de la prestigiosa editorial de Paul Ollendroff, Cuestiones estéticas. Contrae matrimonio con Manuela Mota.

1912 Nace su único hijo. Es secretario (del 28 de agosto de ese año hasta el 28 de febrero de 1913) de la Escuela Nacional de Altos Estudios, germen de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, donde funda la cátedra de Historia de la Literatura Española. Será también miembro fundador de la Universidad Popular. Es entonces cuando imagina La cena, cuento que anticipará algunos aspectos de la literatura de vanguardia europeas, y escribe estudios sobre Stevenson y Chesterton.

1913 El 9 de febrero, recién electo Francisco I. Madero como Presidente de México, muere su padre al intentar la toma del Palacio Nacional. Presionado por las circunstancias, obtendrá el título profesional de abogado con la tesis Teoría de la sanción. Muerto Madero y con Victoriano Huerta ya en la presidencia de la República, sale en agosto rumbo a París, en un velado destierro, como Segundo Secretario de la Legación Mexicana. Entrará en contacto, por iniciativa propia, con el hispanista Raymond Foulché-Delbosc e iniciará Visión de Anáhuac. El descubrimiento de la «literatura militante de la Nouvelle Revue Francaise«, y de otras mil facetas de este nuevo-viejo mundo, lo llevara a escribir «París cubista». Traduce de manera anónima La novena de Coleta, de Colette Yver.

1914 Cesado el cuerpo diplomático mexicano destacado en Europa bajo la presidencia de Venustiano Carranza, con el pretexto del estallido de la Primera Guerra Mundial, se trasladará a España en octubre. Es así como empieza su labor periodística y, en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, erudita, en la preparación -gracias al apoyo de Enrique Díez-Canedo- de obras clásicas para la editorial La Lectura. Frecuentará las tertulias y El Ateneo Científico y Literario y conocerá, entre otros, a Juan Ramón Jiménez. Escribe las crónicas que reunirá más tarde en Cartones de Madrid.

1915 Después de recorrer toda suerte de posadas que remiten a Quevedo, al fin se instala en la madrileña calle de Torrijos, donde concluirá Visión de Anáhuac. Se crea, por iniciativa de José Ortega y Gasset, el semanario España, del que Reyes será asiduo colaborador. Comparte allí con Martín Luis Guzmán el seudónimo de «Fósforo», para escribir sobre cine.

1916 Ya como único responsable, traslada su colaboración sobre cine a El Imparcial. Este año comenzará a circular el periódico El Sol, donde se ocupará, a partir de diciembre de 1917 y hasta fines de 1919, de la página semanal dedicada a Historia y Geografía. Termina de escribir los textos de El Suicida y se traslada a su segunda residencia madrileña, en la calle de General Pardiñas del barrio de Salamanca, donde llegará a tener como vecinos a Carlos Pereyra, José María Chacón y Calvo, Antonio G. Solalinde y Pedro Henríquez Ureña. Continúa allí escribiendo sobre Góngora y Gracián, y se inicia su interés por Fray Antonio Fuente la Peña. Publica colaboraciones en el Boletín de la Real Academia Española y dirige la sección bibliográfica de la Revista de Filología Española. Comienza además su importante colaboración con Raymond Foulché-Delbosc en la edición de la obra completa de Góngora y sus traducciones para editorial Calleja.

1917 Año de gran producción editorial. Aparecerán sus libros: Cartones de Madrid, El suicida, Visión de Anáhuac; su traducción de Ortodoxia, de Chesterton, y sus ediciones de Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, Páginas escogidas de Quevedo y Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Será también cuando inicie su amistad con Amado Alonso y Jorge Guillén y crea, con José Moreno Villa, Américo Castro y Antonio G. Solalinde, una pequeña cofradía literaria y de esparcimiento bajo el título de El Ventanillo de Toledo. Colabora con la Revista General de la casa Calleja, apenas fundada. Se acercará a Henri Bergson, de paso por Madrid.

1918 Imparte cursos de literatura española en el Centro de Estudios Históricos; uno de sus alumnos será John Dos Passos. Además estudia los orígenes del teatro americano en lengua española y la influencia de la literatura artúrica en la castellana y publica, en El Sol, artículos sobre la historia del periodismo bajo el título genérico de “Las mesas de plomo”. Primera versión de El cazador, que será luego vuelto a “arreglar”. Escribe algunas de las páginas que recogería en Las vísperas de España y Horas de Burgos, así como poesía que pasará, en parte, a Huellas. Se publican Páginas escogidas de Ruíz de Alarcón y Tratados de Gracián; en colaboración con Solalinde, Guía del estudiante. A finales de año será elegido miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Academia de la Lengua Española.

1919 Este año ayuda a Luis G. Urbina en la preparación de Lírica mexicana, antología de la fiesta de la Raza que publicará la Legación de México en Madrid. Asimismo, aparecen su prosificación moderna del Poema del Cid, las ediciones de Los pechos privilegiados de Ruíz de Alarcón, el Teatro de Lope de Vega y su versión de el Viaje sentimental por Francia e Italia de Laurence Stern. Comienza, en colaboración con Díez-Canedo, las burlas literarias, que aparecerán en España e Índice entre 1919 y 1922. Inicia la traducción de “El abanico de Mme. Mallarmé”. Se publican en francés algunos de los poemas que conformarán Huellas, prácticamente terminado ese año, y sigue creciendo su libro Calendario. Colabora en diarios de México y Nueva York y, por invitación de Azorín, impartirá en Burdeos, Francia, tres conferencias sobre pintura y literatura españolas. Formará parte, también, de la Comisión Histórica “Paso y Troncoso”.

1920 Es llamado nuevamente a integrarse al Cuerpo Diplomático mexicano, ahora en la Legación de España. Será en principio, como en París, Segundo Secretario, pero al poco tiempo se le ascenderá a Primer Secretario y Encargado de Negocios ad-int. Es elegido miembro correspondiente de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Madrid y delegado de México al VII Congreso de la Unión Postal Universal reunido en Madrid. Aparecen sus libros Retratos reales e imaginarios y El plano oblicuo, su traducción de la Pequeña historia de Inglaterra de Chesterton así como sus ediciones de Las aventuras de Pánfilo de Lope de Vega y Lecturas: ensayos. Inicia la publicación de las Obras completas de Amado Nervo. Año poco fecundo en el aspecto poético pero en el que profundiza en sus estudios gongorinos, publica sus “ejercicios” de traslado de “El abanico de Mme. Mallarmé” y finaliza las crónicas que darán cuerpo a Aquellos días. Colaboraciones en la revista La pluma, dirigida por Manuel Azaña. Visita a Unamuno en Salamanca.

1921 Aparecen El cazador y su traducción de El candor del padre Brown de Chesterton. Comienza la publicación de Simpatías y diferencias (dos primeras series) y continúa con las Obras completas de Nervo. Ascendido por el presidente Álvaro Obregón a Primer Secretario de la Legación, procura mejorar las relaciones entre México y España, seriamente afectadas a causa de los avatares revolucionarios. Se inicia la publicación de la revista Índice, hecha conjuntamente con Juan Ramón Jiménez. Viaja con Manuel Toussaint y Valle Arizpe a Singüenza. Viaja a Turín, Italia, como representante de la Universidad de México a un congreso sociológico, en el que se le confunde con el Rey Alfonso XIII. Veraneo en el Cantábrico del que quedarán rastros en sus libros Las vísperas de España, Cortesía, Los siete sobre Deva y Obra poética.

1922 Aparece su primer libro de poesía, Huellas, la tercera serie de Simpatías y diferencias y sus versiones de El hombre que fue Jueves, de Chesterton, y Olalla, de Robert Louis Stevenson. Por segunda ocasión se le nombra Encargado de Negocios ad-int de México en España. Cubrirá como corresponsal gráfico, para la revista Social de La Habana, las fiestas del cuarto centenario de la vuelta al mundo de Juan Sebastián de Elcano. Participa en tres actos públicos de que quedará constancia en su obra: la inauguración de la Glorieta de Rubén Darío, un mensaje al Ayuntamiento de Madrid y la inauguración del curso en el Ateneo. Escribe, durante la Semana Santa en Sevilla, La saeta, que se publicará primeramente en el periódico El Universal de México.

1923 Ingresa como miembro al Club Internacional de Escritores (PEN). Viaje a París, donde leerá su conferencia L’ Evolution du Mexique, publicada ese año, en francés y español, en diarios y revistas de Europa y América. Aparecen su edición de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora y la cuarta serie de Simpatías y diferencias. Profusa actividad poética. Organiza el homenaje, “Cinco minutos de silencio”, en honor de Mallarmé. Con José Moreno Villa y Enrique Díez-Canedo, “inventa” los Cuadernos Literarios para la editorial La Lectura.

1924 En el mes de abril finalizará su misión diplomática en España y volverá a México, donde recibe, por iniciativa hispana, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Se le nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario de México en Argentina, pero no llega a tomar posesión. Mientras tanto, se irá enfriando paulatinamente la amistad entre él y José Vasconcelos. A finales de año vuelve a España como Ministro Plenipontenciario en Misión Confidencial para entrevistarse con el Rey Alfonso XIII. Cumplida la misión, se traslada a Francia, donde permanecerá como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario hasta 1927. En este año aparecerán en España su libro de ensayos breves Calendario y el poema dramático Ifigenia cruel.

1925 Ya instalado en París, se relaciona con Jean Cassou. Consigue introducir a México en el Comité Central del PEN Club de Londres, mientras la Nouvelle Revue Française considera la posibilidad de publicar en francés El plano oblicuo. Además de desarrollar una profusa actividad diplomática y cultural, decide apoyar a artistas jóvenes.

1926 Después de gestionar la creación de una Legación mexicana en Suiza, obtiene de este país el agréement como Ministro, cargo que no llegará a ser efectivo y que se suma a su misión en Francia. Tampoco llega a ejercer el cargo de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario en España. Aparecerá su segundo libro de poesía, Pausa, y Simples rémarques sur le Méxique. En ese año mantiene contactos frecuentes con Jules Romains, Toño Salazar, Angelina Beloff, Gabriela Mistral; vuelve a ver a Martín Luis Guzmán y a Vasconcelos y realiza un viaje por Bélgica. Al acercarse el tercer centenario de la muerte de Góngora, recibe una invitación especial, por parte de los autores hispanos de la generación del 27, para participar en los Cuadernos Gongorinos en homenaje al poeta. Mientras termina Cuestiones gongorinas, surge la posibilidad de publicar Cartones de Madrid en francés.

1927 Todavía durante sus últimos meses en París, mantendrá contactos con Jules Supervielle, Paul Valéry, Paul Morand, Valéry Larbaud, entre otros. Asimismo, recibe la condecoración de Comendador de la Legión de Honor de Francia. Regresa a México, donde es elegido Miembro Honorario del Ateneo de Ciencias y Artes, y más adelante se le nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario en Argentina, nombramiento que, en curso del viaje a Buenos Aires, será sustituido por el de Embajador Extraordinario y Plenipontenciario. Aparece Cuestiones gongorinas y, en París, Vision de l’ Anahuac, traducida por Valéry Larbaud.

1928 En medio de una incesante labor diplomática y literaria, leerá el discurso inaugural de la Casa del Teatro Argentino así como fragmentos de Visión de Anáhuac, e impartirá sus conferencias “Presagio de América” y “El hombre y la naturaleza en el monólogo de Segismundo”. Comienza a dar cuerpo al libro de discursos y artículos Al servicio de México e intenta la publicación de Culto a Mallarmé y el Testimonio de Juan Peña, así como de la colección de Cuadernos del Plata, proyecto gracias al cual mantendrá una relación muy cercana con la intelectualidad argentina y, en particular, con Jorge Luis Borges. Realiza estudios del Polifemo y elabora su bibliografía personal sobre Góngora. Reencuentro con Ortega y Gasset y contactos frecuentes con Victoria Ocampo y Juana de Ibarbourou.

1929 Recibe de Norah Borges y José Moreno Villa ilustraciones para Fuga de Navidad y La saeta. Realiza una lectura pública de El testimonio de Juan Peña; al mismo tiempo continuará el proyecto de los Cuadernos del Plata e iniciará la escritura de su Landrú-Opereta.

1930 Elegido Pascual Ortiz Rubio Presidente de México, se le nombra, en sustitución de éste, Embajador Extraordinario y Pleniponteciario de México en el Brasil. Es asimismo considerado como miembro de honor del PEN Club de Buenos Aires. Aparece en Río El testimonio de Juan Peña, con dibujos de Rodríguez Lozano, y el primer número de Monterrey, su correo literario.

1931 Encuentro con Paul Morand, de paso rumbo a Argentina. Aparecerá, en París, 5 casi sonetos, y en México su Discurso por Virgilio.

1932 Después de leerlas como conferencias, una de ellas en el Palacio de Itamaraty, aparecerán en volumen En el día americano y Atenea política. También verá publicados los libros A vuelta de correo y Tren de ondas. Se relaciona con los poetas brasileños Cecilia Meireles y Manuel Bandeira, así como con Foujita, quien, de paso por Sudamérica, realizará retratos de la familia Reyes.

1933 Viaje a Uruguay, Argentina y Chile en Comisión Preparatoria de la VII Conferencia Internacional Americana. La Universidad de Nuevo León le otorga el doctorado Honoris Causa. Publicará libros de la más variada estirpe: Romances del Río de Enero, La caída, Voto por la Universidad del Norte y su edición de Si el hombre puede artificiosamente volar de Antonio Fuente la Peña. En colaboración: Código de la Paz.

1934 Regresará a México a finales de año, donde verá aparecer los volúmenes A la memoria de Ricardo Güiraldes, Golfo de México y Yerbas del Tarahumara.

1935 Reasume su cargo de Embajador en Brasil. Aparecen Minuta e Infancia.

1936 Poco antes de salir de Brasil, al habérsele nombrado por segunda vez Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de México en Argentina, dejará una copia del dios Xochipilli en el Jardín Botánico de Río y publicará en Monterrey “Maximiliano descubre el colibrí”, ensayo ilustrado por Cándido Portinari, pintor y amigo del que reyes tenía ya varias obras. También aparece el libro de poemas Otra voz. Gracias al Congreso del PEN Club llevado a cabo en Argentina, ve nuevamente a Henríquez Ureña, Anderson Imbert, Cremieux, Michaud, Ungaretti y Romains, entre otros.

1937 Seriamente conmovido por los violentos hechos desarrollados en España, escribirá los poemas “Cuatro soledades”, “Dos años” y la “Cantata en la tumba de Federico García Lorca”. También publica los libros: Tránsito de Amado Nervo, Idea política de Goethe, Las vísperas de España, El Servicio Diplomático Mexicano, su traducción de Doctrinas y formas de la organización política de G. D. H. Cole y el último número de Monterrey.

1938 Regresa a México en enero y, a mediados del año, se le comisiona, con categoría de Embajador, para Brasil. Aparecen Homilía por la cultura, Aquellos días, Mallarmé entre nosotros e Introducción al estudio económico del Brasil.

1939 Regresa a México, donde colaborará en la creación de La Casa de España en México. Publica la primera serie de sus Capítulos de literatura española.

1940 Es Presidente de la Junta de Gobierno de El Colegio de México (antes La Casa de España en México). Aparecen Villa de Unión y su prólogo a Evolución política del pueblo mexicano de Justo Sierra.

1941 Siendo catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México, recibe el grado honorífico de Doctor en Leyes de la Universidad de California. Ese año publica Algunos poemas, La crítica en la edad ateniense, Pasado inmediato y el prólogo a Cancionero de la noche serena de Luis G. Urbina.

1942 Se le distingue como Doctor en Letras, Honoris Causa, por la Universidad Tulane así como por la Universidad de Harvard. Aparecerán Los siete sobre Deva, La antigua retórica, Última Tule, La experiencia literaria y sus prólogos a Virgin Spain de Waldo Frank y ¿Se comió el lobo a Caperucita? de Antoniorrobles.

1943 Es catedrático fundador de El Colegio Nacional, miembro correspondiente de la Real Academia Española y de Honor de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística. Publicará sus prólogos a Reflexiones sobre la historia universal de J. Burckhardt y a Juan Ruiz de Alarcón: su vida y su obra de Antonio Castro Leal y su traducción de Nomentano el refugiado de Jules Romains.

1944 Mientras trabaja en la elaboración de Perfiles del hombre, sufre su primer infarto cardíaco. Aparecen El deslinde, Tentativas y orientaciones, Dos o tres mundos y su prólogo a Poemas de Ángel Zárraga.

1945 Se le concede el Premio Nacional de Literatura. Asimismo, será miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional de México y académico de Honor de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México, correspondiente del Centro Literario de Monterrey. Este año será especialmente prolífico en publicaciones: Romances y afines, Norte y sur, Tres puntos de exegética literaria, Capítulos de literatura española (segunda serie), Panorama del Brasil, Juan Ruiz de Alarcón (en inglés), Discursos en la Academia Mexicana de la Lengua, La casa del grillo y sus prólogos a Un destino de M. de Villanueva y Resurrección de Homero de V.  Bérard.

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La Ilíada de Homero (en Cuernavaca). Aristía de Alfonso Reyes. Por Braulio Hornedo Rocha

Ya estoy aquí en la tarea que Dios me dio.

Diario de Alfonso Reyes (15-X-1948)

A Gabriel (70) y Marycruz (80)

¿Tiene sentido distinguir entre la vida y la obra de Alfonso Reyes?, ¿acaso él mismo no lo dejó claramente establecido al final de su Constancia poética? «Quiero que la literatura sea una cabal explicación, y, por mi parte, no distingo entre mi vida y mis letras». ¿No dijo Goethe que «todas mis obras son fragmentos de una confesión general»?

Es tan abundante y variada la obra de Alfonso Reyes que inevitablemente intimida hasta a los más valientes lectores. La primera vez que abordamos el intento de leerlo nos preguntamos ¿por dónde empezar? Los veintiséis gruesos volúmenes donde se agrupan las 13,404 páginas que componen la edición de sus Obras completas en el Fondo de Cultura Económica, nos confirman ese acierto de Octavio Paz al señalar que los libros de Alfonso Reyes, no sólo son una obra, sino toda una literatura.

Ensayo, narrativa, crítica, teoría e historia literaria; filosofía, divulgación de la ciencia, memorias, dramaturgia y poesía, son algunos de los caudalosos afluentes que desembocan en la mar de la «literatura alfonsina». Su curiosidad intelectual lo abarca todo, desde la Crítica en la edad ateniense, hasta la poética en la obra de José Martí bajo la perspectiva de la mecánica cuántica. Lo mismo cultiva la recreación (que no sólo la traducción) de La Ilíada de Homero, que reflexiona cretinamente sobre la mezcalina, los garbanzos, el infinito, el cine, la radio, la servidumbre voluntaria o la teoría matemática de la información y los límites de la física. «Todo lo sabemos entre todos» era un proverbio que gustaba repetir, pero creo que sobre todo, le gustaba encarnarlo con su ejemplo.

Reyes «descubre» Cuernavaca en 1947 a la «breve distancia de un suspiro» de la Ciudad de México, buscando un lugar aislado para trabajar, y un clima y altura más adecuados para la dolencia cardiaca que padece desde 1944. Encuentra en Cuernavaca «la tibieza vegetal donde se hamaca el ser en filosófica mesura». Y estas pausas de libertad y esparcimiento creador le permiten tomar distancia de los ajetreos burocráticos derivados de sus múltiples responsabilidades como Presidente de El Colegio de México, fundador de El Colegio Nacional y miembro numerario en la Academia Mexicana de la Lengua, de la que será su director de 1957 a 1959.

Se hospeda las primeras ocasiones en el Hotel Chulavista y posteriormente se aficiona más al Hotel Marik en el centro de la ciudad de Cuernavaca; allí tiene un cuarto favorito desde donde contempla las formaciones rocosas tepoztecas como «indostánicas pagodas» o monumentales escenografías de «óperas wagnerianas». Se ocupa en ese año (1947) y en el siguiente de su traslado, no sólo llana traducción de la Ilíada de Homero, vertiendo el modelo original griego escrito en hexámetros, al español en versos alejandrinos (verso de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios, rimados y pareados), pero Reyes piensa sobre todo en el lector común y corriente, a quien las traducciones eruditas definitivamente lo espantan y hasta terminan ahuyentándolo. Pensaba como coautor, y quizá mejor, como cómplice de Homero, ocupándose atento en los lectores contemporáneos.

Esta tarea que «Dios le dio» es un ambicioso proyecto que, como diría su admirado Goethe, sólo un «epipoeta» de su talla podría emprender. Ya el sólo hecho de «transportar el verso homérico a las lenguas vivas es más difícil que encerrar al genio en la botella», y si a esto le agregamos el hacerlo con una métrica y un ritmo derivados de la rima castellana, entonces sí, la tarea parece poco menos que imposible, aún para un equipo numeroso de especialistas y ayudantes con becas, equipamientos y presupuestos millonarios como se estila en las universidades hoy en día. Que decir entonces de un solo poeta al finalizar sus cincuenta y trabajando por su cuenta.

Entre septiembre y noviembre del año 1948, Alfonso Reyes escribe en sus cada vez más frecuentes estancias en el Marik, (como para descansar haciendo adobes, dice el nunca mejor aplicado refrán) una colección de sonetos a manera de divertimento «prosaico, burlesco y sentimental, ocio o entretenimiento al margen de La Ilíada«. Recrea entre humorista y erudito, en ingeniosos sonetos, algunos de los personajes de la saga griega, instalándolos en Cuernavaca. Publica esta primera versión (de lo que será su Homero en Cuernavaca) al año siguiente (1949) en la revista Ábside, y dedica esta publicación al editor de la misma, «el sabio, inolvidable amigo y probo sacerdote (…) honra y luto de nuestras letras, desaparecido ha poco en plena labor», el padre Gabriel Méndez Plancarte, a quien Reyes apreciaba mucho por una estrecha amistad literaria y enigmáticamente espiritual. Y digo enigmática, porque es de hacerse notar como bien señala su colega y paisano Gabriel Zaid que:

Nada parece más ajeno a la obra de Reyes que el espíritu religioso. Su herencia liberal (y hasta masónica: su padre, como casi todos los hombres del poder entonces, era importante en la masonería); su afición de Grecia, de Goethe, de la Francia libertina; su gusto por la vida, su optimismo, su olímpica sonrisa (que vuela sobre el mal, en vez de sumergirse en la conciencia desgarrada) parecen indiferentes a la fe, la duda, la negación (Obras II, El Colegio Nacional, 1993, 531-540).

«No leo la lengua de Homero; la descifro apenas». Empieza por advertirnos don Alfonso en su prólogo a La Ilíada, como jugueteando detrás de un guiño, con esa singular sonrisa de niño que parece coronar en sus chinescos ojos, redondeándolos después para continuar, como si nada, con la cita que viene al caso:

Aunque entiendo poco griego -como dice Góngora en su romance-, un poco más entiendo de Grecia. No ofrezco un traslado de palabra a palabra, sino de concepto a concepto, ajustándome al documento original y conservando las expresiones literales que deben conservarse, sea por su valor histórico, sea por su valor estético. Me consiento alguna variación en los epítetos, cierta economía en los adjetivos superabundantes; castellanizo las locuciones en que es lícito intentarlo. Hasta conservo algunas reiteraciones del sujeto, características de Homero, y muy explicables por tratarse de un poema destinado a la fugaz recitación pública y no a la lectura solitaria. Pero adelanté con cuidado y prudencia, sin anacronismos, sin deslealtades. La fidelidad ha de ser de obra y no de palabra (Obras completas XIX, 91).

Este prólogo esclarecedor y además breve -recordemos que si lo bueno breve, dos veces bueno- está firmado en Cuernavaca durante el mes de noviembre de 1949, mientras terminaba la IX Rapsodia y revisaba y corregía incansable las anteriores. Con un estado de ánimo entusiasta anota en su diario:

Vuelvo a Cuernavaca, donde ¡acabé la IX Rapsodia de La Ilíada! y estoy en anotación general, puntas y ribetes, corrección de copias en limpio… Llegué a las 4 p.m. Tarde templadita y cielo sin mancha. ¡A trabajar en Homero! (…) Acabé mi faena a las 12 1/2 de la noche! De entusiasmo he perdido el sueño (Obras completas XIX, 12).

Entre insomnios entusiastas y correcciones inacabables transcurre el año de 1950, hasta que por fin entrega su Ilíada al Fondo de Cultura Económica el 8 de agosto. Todavía deberá de transcurrir un año para que:

Orfila, Joaquín Diez-Canedo, Agustín Millares, Raimundo Lida, y Julián Calvo me traen los preciosos primeros ejemplares de mi Ilíada I (tres ordinarios y uno fino), con colofón de 15 de septiembre (de) 1951.

Reyes está feliz como niño con juguete nuevo; la obra, la edición y hasta la crítica son resplandecientes, como ese Sol de Monterrey «despeinado y dulce, claro y amarillo, ese sol con sueño que sigue a los niños». Azorín publica una nota el 22 de julio del año anterior en el ABC de Madrid reconociendo que Reyes traslada su penetrativa del mundo clásico español al mundo helénico.

Las reacciones de los críticos en México y el mundo son semejantes en su admiración y reconocimiento. José Moreno Villa (Suplemento de Novedades, México, 20 de enero de 1952), Medardo Vitier (Diario de la Marina, La Habana, Cuba, 8 de marzo de 1952), Bernabé Navarro (Excélsior, México, 20 de abril de 1952), José Luis Lanuza (La Nación, Buenos Aires, 4 de mayo de 1952), Daniel Devoto (Sur, Buenos Aires, julio y agosto de 1952), Germán Arciniégas (Revista literaria Tegucigalpa, octubre 1952).

Recibe numerosas cartas personales de reconocimiento, de humanistas de la talla de Ramón Menéndez Pidal, Werner Jaeger, Tomás Navarro Tomás y José Gaos, entre otros notables pensadores, quienes coinciden en identificar una gran obra poética reflejo y recreación de otra gran obra poética. Alfonso Reyes es por esta hazaña singularísima «Aristía de Alfonso» con orgullo y desde entonces, nuestro Homero en Cuernavaca.

La Universidad Autónoma del Estado de Morelos comparte este orgullo con los lectores de una nueva centuria, reconociendo el generoso apoyo de innumerables personas e instituciones nacionales y extranjeras, entre las que es ineludible mencionar a Alicia Reyes, José Luis Martínez, José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid y Adolfo Castañón, todos ellos fundadores del consejo directivo de la Cátedra Alfonso Reyes – El Colegio Nacional – UAEM. Así como agradecer también a la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma del Estado de Nuevo León, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la Academia Mexicana de la Lengua, CONACULTA – INBA,  el Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, y muy particularmente destacar nuestro reconocimiento a El Colegio Nacional.

Finalmente agradecemos a Ulrika Borges, María Elena García Pérez, Itzé Godínez Guerrero, Braulio Hornedo Farriol, Mila Nayelli Hornedo Farriol, María Trinidad Jacobo Soza, Angélica Jaimes Jiménez, Viridiana Moreno López, Enrique Palacios Martínez, Manuel Prieto Gómez, Adán Santamaría Ochoa, Mauricio Santoveña Arredondo, Miriam Suárez de la Vega y Camerina Soza García su generosa, entusiasta y a veces hasta involuntaria participación en el grupo editor responsable por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y Matemágica.

Este libro obedece a diversos criterios de selección, prefiero aceptar que son arbitrarios antes que antológicos o representativos, lo que resume sus pretensiones es resumir lo escrito por Reyes en Cuernavaca; o bien, con temática relativa a esta ciudad donde «como vino cordial; trina la urraca y el laurel de los pájaros murmura… (mientras) el tiempo mismo se suspende y dura…»

Braulio Hornedo Rocha,

Cuernavaca, Morelos, México, noviembre de 2004