Archivo de la etiqueta: Ifigenia cruel

Ifigenia cruel. Por Alfonso Reyes

Ifigenia Cruel es uno de los poemas clásicos de nuestras letras. Clásico en el sentido en que lo son Sindbad el Varado o Muerte sin Fin, y no sólo por su referencia griega. Junto con otros trece o catorce poemas, constituye lo que Alfonso Reyes (Monterrey, 1889-1959), dejó de perdurable en poesía, a la altura de su vasta obra de polígrafo, la obra de mayor dimensión de nuestras letras (es bueno recordar esto ahora, cuando en nuestro país la inteligencia y la cultura se confunden con muchas cosas).
Reyes dedicó algunas páginas para justificar este espléndido poema dramático. No eran necesarias, pero constituyen una de las interpretaciones más nítidas que sobre el poema pueden hacerse. El tema es el sacerdocio de Ifigenia en Táuride. En Eurípides, Ifigenia se
vengaba de lo padecido en Áulide; en Reyes, lo hace sin venganza y sin memoria. En Eurípides, su hermano la cree inmolada; en Reyes, viene en su busca, pues sabe que está ahí. En Eurípides, el monarca es bárbaro; en Reyes, es sabio y compasivo. En Eurípides, Ifigenia regresa como sacerdotisa de la diosa; en Reyes, regresaría para desposarse con otro y asegurar descendencia, ya no como virgen sagrada.
Además de esta diferencia, hay una dualidad permanente en el poema de Reyes, que lo hace un poema fundamentalmente moderno. No acosa a Ifigenia el pasado, sino su conciencia; la acosa una oscura sensación de no ser sólo ella, sino también la otra, la que
recuerda subterráneamente, sin compartirse. En hechos sangrientos vive, creyendo que nace; así recuerda que en sangrientos festines ha nacido: su linaje nuevo es como el antiguo. Ella olvida, pero después recuerda lo que Orestes ignora; el olvido tiene más recuerdos que nosotros. Ella debió morir, pero vive; debió ser sacrificada, y es sacrificadora; es el castigo para los que a esas playas llegan y, sin embargo, es la castigada. Se divide ella misma entre la imaginación, poblada de fantasmas, y la lealtad del cuerpo (división difícil de plantear en una Ifigenia antigua). Su cuerpo fue leal con ese pueblo bárbaro; su deseo, con su linaje. Ella, la sacerdotisa, fue conminada por su hermano a descender de ese desdoblamiento y ser mujer, ser madre, ser cuidadora de su telar familiar. Se le pidió que fuera lo opuesto, no la que mata, sino la dadora de vida. Ifigenia se negó a hacerlo. Más parece con esto una versión suavizada de una diosa mexicana, dadora de muerte, que la sacerdotisa griega que en Eurípides retorna amorosa a su país.
Ahora bien, el punto central del poema es cómo llega Ifigenia a ser libre. Ya abriste pausa en los destinos, dice el Coro cuando lo ha logrado. Tal libertad no lo fue de lo sangriento; tampoco de su linaje; tampoco de la diosa, del país o de Orestes: su libertad consistió no en haber detenido los sangrientos hechos de los hijos de Tántalo, sino en aceptarlos, en continuarlos aún, resistiéndose a convertirse en madre de muchos hijos. En sí misma reunió los sacrificios antiguos con los suyos, elevados ya a rituales: su libertad fue haber
elevado la muerte a un altar, a una sacralidad. Reyes creyó haber expresado otra cosa: la superación de hechos políticos dolorosos en su familia, pero se engañó. Lo que pudo lograr fue que esos hechos permanecieran en las manos sangrientas de Ifigenia sacralizados, voluntarios. En Eurípides, Ifigenia logró el deseo de Reyes; en este poema, lo rechazó. Y el acto de libertad no provino de una emancipación de su familia: no fue la salvación de su familia o estirpe, sino de ella misma respecto a la otra, la oscura que por fin llegó a mostrarse ante las palabras de Orestes: la que apartó, la que expulsó de sí misma para quedar libre, vencida por el peso propio de la sangre de los sacrificados, defendida y oculta en el templo, cual virgen cruel, sola, amando este bárbaro país donde los sacrificios humanos continúan.

CARLOS MONTEMAYOR

Texto disponible en:

http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/alfonso-reyes-50.pdf

Seguir leyendo Ifigenia cruel. Por Alfonso Reyes

Cronologia de Alfonso Reyes

1889 Nace, el 17 de mayo, en la Ciudad de Monterrey. Su padre, el General Bernardo Reyes, era por entonces Gobernador del Estado de Nuevo León.

1897 Inicia los estudios primarios en la escuela Manuela G. Viuda de Sada, el Instituto de Varones de Jesús Loreto y el Colegio Bolívar, de su ciudad natal.

1901 Concluye sus estudios en el Liceo Francés de la ciudad de México y comienza a escribir poesía.

1902 Trasladada su familia nuevamente a Nuevo León, iniciará la enseñanza preparatoria en el Colegio Civil de Monterrey. Tras un año y medio, volverá a la ciudad de México, donde continúa y concluye estos estudios (1907) en la Escuela Nacional Preparatoria.

1905 Publica en Monterrey sus primeros poemas.

1906 Año importante, ya que además de publicar en Savia Moderna conocerá a Pedro Henríquez Ureña.

1907 Comienza su relación con Manuela Mota.

1908-1910 Concluida la enseñanza preparatoria, permanecerá algún tiempo en Monterrey. Escribirá entonces algunos de los ensayos incluidos en Cuestiones Estéticas así como las fantasías de El Plano Oblicuo. De vuelta en la ciudad de México, se inscribirá en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de México y como miembro del Ateneo de la Juventud participará en el ciclo de conmemoración del primer centenario de la Independencia mexicana (1910) con la conferencia «Los poemas rústicos de Manuel José Othón». Lee además «Sobre la estética de Góngora», conferencia dedicada al intelectual alicantino Rafael Altamira.

1911 En este año aparecerán, en México, su conferencia «El paisaje de la poesía mexicana del siglo XIX», y en París, dentro de la prestigiosa editorial de Paul Ollendroff, Cuestiones estéticas. Contrae matrimonio con Manuela Mota.

1912 Nace su único hijo. Es secretario (del 28 de agosto de ese año hasta el 28 de febrero de 1913) de la Escuela Nacional de Altos Estudios, germen de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, donde funda la cátedra de Historia de la Literatura Española. Será también miembro fundador de la Universidad Popular. Es entonces cuando imagina La cena, cuento que anticipará algunos aspectos de la literatura de vanguardia europeas, y escribe estudios sobre Stevenson y Chesterton.

1913 El 9 de febrero, recién electo Francisco I. Madero como Presidente de México, muere su padre al intentar la toma del Palacio Nacional. Presionado por las circunstancias, obtendrá el título profesional de abogado con la tesis Teoría de la sanción. Muerto Madero y con Victoriano Huerta ya en la presidencia de la República, sale en agosto rumbo a París, en un velado destierro, como Segundo Secretario de la Legación Mexicana. Entrará en contacto, por iniciativa propia, con el hispanista Raymond Foulché-Delbosc e iniciará Visión de Anáhuac. El descubrimiento de la «literatura militante de la Nouvelle Revue Francaise«, y de otras mil facetas de este nuevo-viejo mundo, lo llevara a escribir «París cubista». Traduce de manera anónima La novena de Coleta, de Colette Yver.

1914 Cesado el cuerpo diplomático mexicano destacado en Europa bajo la presidencia de Venustiano Carranza, con el pretexto del estallido de la Primera Guerra Mundial, se trasladará a España en octubre. Es así como empieza su labor periodística y, en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, erudita, en la preparación -gracias al apoyo de Enrique Díez-Canedo- de obras clásicas para la editorial La Lectura. Frecuentará las tertulias y El Ateneo Científico y Literario y conocerá, entre otros, a Juan Ramón Jiménez. Escribe las crónicas que reunirá más tarde en Cartones de Madrid.

1915 Después de recorrer toda suerte de posadas que remiten a Quevedo, al fin se instala en la madrileña calle de Torrijos, donde concluirá Visión de Anáhuac. Se crea, por iniciativa de José Ortega y Gasset, el semanario España, del que Reyes será asiduo colaborador. Comparte allí con Martín Luis Guzmán el seudónimo de «Fósforo», para escribir sobre cine.

1916 Ya como único responsable, traslada su colaboración sobre cine a El Imparcial. Este año comenzará a circular el periódico El Sol, donde se ocupará, a partir de diciembre de 1917 y hasta fines de 1919, de la página semanal dedicada a Historia y Geografía. Termina de escribir los textos de El Suicida y se traslada a su segunda residencia madrileña, en la calle de General Pardiñas del barrio de Salamanca, donde llegará a tener como vecinos a Carlos Pereyra, José María Chacón y Calvo, Antonio G. Solalinde y Pedro Henríquez Ureña. Continúa allí escribiendo sobre Góngora y Gracián, y se inicia su interés por Fray Antonio Fuente la Peña. Publica colaboraciones en el Boletín de la Real Academia Española y dirige la sección bibliográfica de la Revista de Filología Española. Comienza además su importante colaboración con Raymond Foulché-Delbosc en la edición de la obra completa de Góngora y sus traducciones para editorial Calleja.

1917 Año de gran producción editorial. Aparecerán sus libros: Cartones de Madrid, El suicida, Visión de Anáhuac; su traducción de Ortodoxia, de Chesterton, y sus ediciones de Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, Páginas escogidas de Quevedo y Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Será también cuando inicie su amistad con Amado Alonso y Jorge Guillén y crea, con José Moreno Villa, Américo Castro y Antonio G. Solalinde, una pequeña cofradía literaria y de esparcimiento bajo el título de El Ventanillo de Toledo. Colabora con la Revista General de la casa Calleja, apenas fundada. Se acercará a Henri Bergson, de paso por Madrid.

1918 Imparte cursos de literatura española en el Centro de Estudios Históricos; uno de sus alumnos será John Dos Passos. Además estudia los orígenes del teatro americano en lengua española y la influencia de la literatura artúrica en la castellana y publica, en El Sol, artículos sobre la historia del periodismo bajo el título genérico de “Las mesas de plomo”. Primera versión de El cazador, que será luego vuelto a “arreglar”. Escribe algunas de las páginas que recogería en Las vísperas de España y Horas de Burgos, así como poesía que pasará, en parte, a Huellas. Se publican Páginas escogidas de Ruíz de Alarcón y Tratados de Gracián; en colaboración con Solalinde, Guía del estudiante. A finales de año será elegido miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Academia de la Lengua Española.

1919 Este año ayuda a Luis G. Urbina en la preparación de Lírica mexicana, antología de la fiesta de la Raza que publicará la Legación de México en Madrid. Asimismo, aparecen su prosificación moderna del Poema del Cid, las ediciones de Los pechos privilegiados de Ruíz de Alarcón, el Teatro de Lope de Vega y su versión de el Viaje sentimental por Francia e Italia de Laurence Stern. Comienza, en colaboración con Díez-Canedo, las burlas literarias, que aparecerán en España e Índice entre 1919 y 1922. Inicia la traducción de “El abanico de Mme. Mallarmé”. Se publican en francés algunos de los poemas que conformarán Huellas, prácticamente terminado ese año, y sigue creciendo su libro Calendario. Colabora en diarios de México y Nueva York y, por invitación de Azorín, impartirá en Burdeos, Francia, tres conferencias sobre pintura y literatura españolas. Formará parte, también, de la Comisión Histórica “Paso y Troncoso”.

1920 Es llamado nuevamente a integrarse al Cuerpo Diplomático mexicano, ahora en la Legación de España. Será en principio, como en París, Segundo Secretario, pero al poco tiempo se le ascenderá a Primer Secretario y Encargado de Negocios ad-int. Es elegido miembro correspondiente de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Madrid y delegado de México al VII Congreso de la Unión Postal Universal reunido en Madrid. Aparecen sus libros Retratos reales e imaginarios y El plano oblicuo, su traducción de la Pequeña historia de Inglaterra de Chesterton así como sus ediciones de Las aventuras de Pánfilo de Lope de Vega y Lecturas: ensayos. Inicia la publicación de las Obras completas de Amado Nervo. Año poco fecundo en el aspecto poético pero en el que profundiza en sus estudios gongorinos, publica sus “ejercicios” de traslado de “El abanico de Mme. Mallarmé” y finaliza las crónicas que darán cuerpo a Aquellos días. Colaboraciones en la revista La pluma, dirigida por Manuel Azaña. Visita a Unamuno en Salamanca.

1921 Aparecen El cazador y su traducción de El candor del padre Brown de Chesterton. Comienza la publicación de Simpatías y diferencias (dos primeras series) y continúa con las Obras completas de Nervo. Ascendido por el presidente Álvaro Obregón a Primer Secretario de la Legación, procura mejorar las relaciones entre México y España, seriamente afectadas a causa de los avatares revolucionarios. Se inicia la publicación de la revista Índice, hecha conjuntamente con Juan Ramón Jiménez. Viaja con Manuel Toussaint y Valle Arizpe a Singüenza. Viaja a Turín, Italia, como representante de la Universidad de México a un congreso sociológico, en el que se le confunde con el Rey Alfonso XIII. Veraneo en el Cantábrico del que quedarán rastros en sus libros Las vísperas de España, Cortesía, Los siete sobre Deva y Obra poética.

1922 Aparece su primer libro de poesía, Huellas, la tercera serie de Simpatías y diferencias y sus versiones de El hombre que fue Jueves, de Chesterton, y Olalla, de Robert Louis Stevenson. Por segunda ocasión se le nombra Encargado de Negocios ad-int de México en España. Cubrirá como corresponsal gráfico, para la revista Social de La Habana, las fiestas del cuarto centenario de la vuelta al mundo de Juan Sebastián de Elcano. Participa en tres actos públicos de que quedará constancia en su obra: la inauguración de la Glorieta de Rubén Darío, un mensaje al Ayuntamiento de Madrid y la inauguración del curso en el Ateneo. Escribe, durante la Semana Santa en Sevilla, La saeta, que se publicará primeramente en el periódico El Universal de México.

1923 Ingresa como miembro al Club Internacional de Escritores (PEN). Viaje a París, donde leerá su conferencia L’ Evolution du Mexique, publicada ese año, en francés y español, en diarios y revistas de Europa y América. Aparecen su edición de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora y la cuarta serie de Simpatías y diferencias. Profusa actividad poética. Organiza el homenaje, “Cinco minutos de silencio”, en honor de Mallarmé. Con José Moreno Villa y Enrique Díez-Canedo, “inventa” los Cuadernos Literarios para la editorial La Lectura.

1924 En el mes de abril finalizará su misión diplomática en España y volverá a México, donde recibe, por iniciativa hispana, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Se le nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario de México en Argentina, pero no llega a tomar posesión. Mientras tanto, se irá enfriando paulatinamente la amistad entre él y José Vasconcelos. A finales de año vuelve a España como Ministro Plenipontenciario en Misión Confidencial para entrevistarse con el Rey Alfonso XIII. Cumplida la misión, se traslada a Francia, donde permanecerá como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario hasta 1927. En este año aparecerán en España su libro de ensayos breves Calendario y el poema dramático Ifigenia cruel.

1925 Ya instalado en París, se relaciona con Jean Cassou. Consigue introducir a México en el Comité Central del PEN Club de Londres, mientras la Nouvelle Revue Française considera la posibilidad de publicar en francés El plano oblicuo. Además de desarrollar una profusa actividad diplomática y cultural, decide apoyar a artistas jóvenes.

1926 Después de gestionar la creación de una Legación mexicana en Suiza, obtiene de este país el agréement como Ministro, cargo que no llegará a ser efectivo y que se suma a su misión en Francia. Tampoco llega a ejercer el cargo de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario en España. Aparecerá su segundo libro de poesía, Pausa, y Simples rémarques sur le Méxique. En ese año mantiene contactos frecuentes con Jules Romains, Toño Salazar, Angelina Beloff, Gabriela Mistral; vuelve a ver a Martín Luis Guzmán y a Vasconcelos y realiza un viaje por Bélgica. Al acercarse el tercer centenario de la muerte de Góngora, recibe una invitación especial, por parte de los autores hispanos de la generación del 27, para participar en los Cuadernos Gongorinos en homenaje al poeta. Mientras termina Cuestiones gongorinas, surge la posibilidad de publicar Cartones de Madrid en francés.

1927 Todavía durante sus últimos meses en París, mantendrá contactos con Jules Supervielle, Paul Valéry, Paul Morand, Valéry Larbaud, entre otros. Asimismo, recibe la condecoración de Comendador de la Legión de Honor de Francia. Regresa a México, donde es elegido Miembro Honorario del Ateneo de Ciencias y Artes, y más adelante se le nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipontenciario en Argentina, nombramiento que, en curso del viaje a Buenos Aires, será sustituido por el de Embajador Extraordinario y Plenipontenciario. Aparece Cuestiones gongorinas y, en París, Vision de l’ Anahuac, traducida por Valéry Larbaud.

1928 En medio de una incesante labor diplomática y literaria, leerá el discurso inaugural de la Casa del Teatro Argentino así como fragmentos de Visión de Anáhuac, e impartirá sus conferencias “Presagio de América” y “El hombre y la naturaleza en el monólogo de Segismundo”. Comienza a dar cuerpo al libro de discursos y artículos Al servicio de México e intenta la publicación de Culto a Mallarmé y el Testimonio de Juan Peña, así como de la colección de Cuadernos del Plata, proyecto gracias al cual mantendrá una relación muy cercana con la intelectualidad argentina y, en particular, con Jorge Luis Borges. Realiza estudios del Polifemo y elabora su bibliografía personal sobre Góngora. Reencuentro con Ortega y Gasset y contactos frecuentes con Victoria Ocampo y Juana de Ibarbourou.

1929 Recibe de Norah Borges y José Moreno Villa ilustraciones para Fuga de Navidad y La saeta. Realiza una lectura pública de El testimonio de Juan Peña; al mismo tiempo continuará el proyecto de los Cuadernos del Plata e iniciará la escritura de su Landrú-Opereta.

1930 Elegido Pascual Ortiz Rubio Presidente de México, se le nombra, en sustitución de éste, Embajador Extraordinario y Pleniponteciario de México en el Brasil. Es asimismo considerado como miembro de honor del PEN Club de Buenos Aires. Aparece en Río El testimonio de Juan Peña, con dibujos de Rodríguez Lozano, y el primer número de Monterrey, su correo literario.

1931 Encuentro con Paul Morand, de paso rumbo a Argentina. Aparecerá, en París, 5 casi sonetos, y en México su Discurso por Virgilio.

1932 Después de leerlas como conferencias, una de ellas en el Palacio de Itamaraty, aparecerán en volumen En el día americano y Atenea política. También verá publicados los libros A vuelta de correo y Tren de ondas. Se relaciona con los poetas brasileños Cecilia Meireles y Manuel Bandeira, así como con Foujita, quien, de paso por Sudamérica, realizará retratos de la familia Reyes.

1933 Viaje a Uruguay, Argentina y Chile en Comisión Preparatoria de la VII Conferencia Internacional Americana. La Universidad de Nuevo León le otorga el doctorado Honoris Causa. Publicará libros de la más variada estirpe: Romances del Río de Enero, La caída, Voto por la Universidad del Norte y su edición de Si el hombre puede artificiosamente volar de Antonio Fuente la Peña. En colaboración: Código de la Paz.

1934 Regresará a México a finales de año, donde verá aparecer los volúmenes A la memoria de Ricardo Güiraldes, Golfo de México y Yerbas del Tarahumara.

1935 Reasume su cargo de Embajador en Brasil. Aparecen Minuta e Infancia.

1936 Poco antes de salir de Brasil, al habérsele nombrado por segunda vez Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de México en Argentina, dejará una copia del dios Xochipilli en el Jardín Botánico de Río y publicará en Monterrey “Maximiliano descubre el colibrí”, ensayo ilustrado por Cándido Portinari, pintor y amigo del que reyes tenía ya varias obras. También aparece el libro de poemas Otra voz. Gracias al Congreso del PEN Club llevado a cabo en Argentina, ve nuevamente a Henríquez Ureña, Anderson Imbert, Cremieux, Michaud, Ungaretti y Romains, entre otros.

1937 Seriamente conmovido por los violentos hechos desarrollados en España, escribirá los poemas “Cuatro soledades”, “Dos años” y la “Cantata en la tumba de Federico García Lorca”. También publica los libros: Tránsito de Amado Nervo, Idea política de Goethe, Las vísperas de España, El Servicio Diplomático Mexicano, su traducción de Doctrinas y formas de la organización política de G. D. H. Cole y el último número de Monterrey.

1938 Regresa a México en enero y, a mediados del año, se le comisiona, con categoría de Embajador, para Brasil. Aparecen Homilía por la cultura, Aquellos días, Mallarmé entre nosotros e Introducción al estudio económico del Brasil.

1939 Regresa a México, donde colaborará en la creación de La Casa de España en México. Publica la primera serie de sus Capítulos de literatura española.

1940 Es Presidente de la Junta de Gobierno de El Colegio de México (antes La Casa de España en México). Aparecen Villa de Unión y su prólogo a Evolución política del pueblo mexicano de Justo Sierra.

1941 Siendo catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México, recibe el grado honorífico de Doctor en Leyes de la Universidad de California. Ese año publica Algunos poemas, La crítica en la edad ateniense, Pasado inmediato y el prólogo a Cancionero de la noche serena de Luis G. Urbina.

1942 Se le distingue como Doctor en Letras, Honoris Causa, por la Universidad Tulane así como por la Universidad de Harvard. Aparecerán Los siete sobre Deva, La antigua retórica, Última Tule, La experiencia literaria y sus prólogos a Virgin Spain de Waldo Frank y ¿Se comió el lobo a Caperucita? de Antoniorrobles.

1943 Es catedrático fundador de El Colegio Nacional, miembro correspondiente de la Real Academia Española y de Honor de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística. Publicará sus prólogos a Reflexiones sobre la historia universal de J. Burckhardt y a Juan Ruiz de Alarcón: su vida y su obra de Antonio Castro Leal y su traducción de Nomentano el refugiado de Jules Romains.

1944 Mientras trabaja en la elaboración de Perfiles del hombre, sufre su primer infarto cardíaco. Aparecen El deslinde, Tentativas y orientaciones, Dos o tres mundos y su prólogo a Poemas de Ángel Zárraga.

1945 Se le concede el Premio Nacional de Literatura. Asimismo, será miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional de México y académico de Honor de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México, correspondiente del Centro Literario de Monterrey. Este año será especialmente prolífico en publicaciones: Romances y afines, Norte y sur, Tres puntos de exegética literaria, Capítulos de literatura española (segunda serie), Panorama del Brasil, Juan Ruiz de Alarcón (en inglés), Discursos en la Academia Mexicana de la Lengua, La casa del grillo y sus prólogos a Un destino de M. de Villanueva y Resurrección de Homero de V.  Bérard.

Seguir leyendo Cronologia de Alfonso Reyes

Las tres Electras del teatro ateniense. Por Alfonso Reyes

oc1

Para Pedro Henríquez Ureña

La grave culpa de Tántalo, prolongado a través del tiempo su influjo pernicioso, y como en virtud de una ley de compensación, fue contaminando con su maldad e hiriendo con su castigo a los numerosos Tantálidas, hasta que el último de ellos, Orestes, libertó, con la expiación final, a su raza, del fatalismo: pues ni el tormento del agua y los frutos vedados, ni el de la roca amenazante, bastaron a calmar la cólera de las potencias subterráneas; y sucedió que la semilla de maldición, atraída por Tántalo, germinará, ruinosamente, en el campo doméstico. Y desenrolló la fatalidad su curso, proyectándose por sobre los hijos de la raza; y ellos desfilaron, espectrales, esterilizando la tierra con los pies.

Pélope, hijo del Titán, heredó la maldición para transmitirla a la raza. Y el designio de Zeus se cumplía pavorosamente, en tanto que Tiestes y Atreo, los dos Pelópidas, divididos por aquella fraternal, se disputaban el cetro. Y, en convite criminal, Tiestes, engañado por Atreo, devoraba a sus propios hijos y, advertido de la abominación, desfallecía vomitando los despojos horrendos.

Tiestes había engendrado a Egisto, y Atreo, a la Fuerza de Agamemnón y al blondo Menelao. Y fue por Helena, hija del cisne y esposa de Menelao, por quien la llanura del Escamandro se pobló de guerreros muertos; y por Clitemnestra la Tindárida –que vino a ser, trágicamente, esposa de Agamemnón–, por quien nuevos dolores ensombrecieron la raza.

En tanto que Menelao y Agamemnón asediaban a los troyanos, para la conquista de Helena, Clitemnestra, aconsejada por Egisto su amante, prevenía el puñal. Y al puñal y a la astucia sucumbió Agamemnón, victorioso y de vuelta al lugar nativo, arrastrando tras sí, como por contagio de fatalidad, a la delirante Casandra. Así Clitemnestra regocijó a Egisto su amante, acreciendo las voluptuosidad del lecho.

Pero soñó con sueño augural –dice Esquilo–, que dragón nacido de sus propias entrañas y amamantando a su mismo seno sacaba del pezón materno, mezcladas, la sangre y la leche. Soñó –dice Sófocles– que Agamemnón, resucitado, plantaba en la tierra, orgullosamente, el antiguo cetro de Tántalo, y que el cetro soltaba ramas y, trocado en árbol floreciente, asombraba a toda Micenas.

Y vino Orestes, hijo de Agamemnón: vino del destierro a desgarrar el vientre materno, en venganza de su padre y atendiendo a los mandatos de Apolo. Y por ello sufrió persecución de las gentes y de las Erinies de la Madre; y ya, reñido con Menelao, se disponía a clavar su espada en el flanco de Helena, cuando ésta escapó hacía el éter, convertida en astro.

Perseguido por las Erinies y siempre acompañado del fiel Pílades, huyó Orestes abandonando a Electra su hermana. Y cuenta Esquilo que, perdonado en la tierra de Palas por el consejo de los ancianos, ante el cual los propios dioses comparecieron como partícipes en las acciones del héroe, halló Orestes fin a sus fatigas, y así terminó la expiación de la raza de Tántalo. Eurípides cuenta que, de aventura en aventura, Orestes dio, por fin, en tierra de tarros, donde, para alcanzar perdón, debía robar del templo la estatua de la diosa Artemis, y que ahí encontró a Ifigenia, su otra hermana, oficiando como sacerdotisa del templo: a Ifigenia, a quien su padre Agamemnón, constreñido por los oráculos, y para que sus caminasen con fortuna hacia Ilión, había creído sacrificar, en Áulide, a la propia Artemis, pero que, salvada por la diosa en el momento del sacrificio, cumplía hoy, como en una segunda vida, los ritos sangrientos de la divinidad, recordando, a veces, por la visión del sueño, su vida anterior, y no sabiendo qué hacer de su existencia. Orestes huyó de Táurida con la anhelada estatua, y, llevando consigo a Ifigenia, navegó hacia Atenas. Ésta es, según Eurípides, la suerte de la raza de Tántalo.

Seguir leyendo Las tres Electras del teatro ateniense. Por Alfonso Reyes

Visión de Anáhuac. Por José Luis Martínez

Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca
Igualdad entre Manuela y Marie-José

Aprovechando breves veranos de bienestar, y en ocasiones entre sorbo de oxígeno, Alfonso Reyes grabó para la Universidad Nacional, en su casa de la ciudad de México y en Cuernavaca, en agosto y septiembre de 1959, Visión de Anáhuac Ifigenia cruel, dos de sus obras más hermosas y significativas. Había aceptado, además, grabar una selección de poemas y algunos ensayos breves, característicos de su pensamiento y estilo de épocas anteriores, pero la vida no se lo consintió. Su exhausto corazón habría de rendirse la mañana del 27 de diciembre del mismo año, y la muerte que tan insistentemente se le había anunciado y con la que se empeñó valientemente en jugar carreras, habría de encontrarle entre sus libros y con las manos puestas en numerosas empresas.

Estos dos amplios poemas, uno en prosa, Visión de Anáhuac, y otro en verso, Ifigenia cruel, pertenecen al principio y al fin de su estancia madrileña que se extendería de 1914 a 1924, entre sus veinticinco y sus treinta y cinco años de madura juventud, cuando se sentía alejado de su país y cuando lo conturbaban los trágicos recuerdos de la muerte de su padre, confundido y perdido por la violencia revolucionaria. Inmediatamente después de las agudas instantáneas de Cartones de Madrid, que serían su tarjeta de presentación intelectual ante aquella ciudad a la que iba, como el abuelo Ruiz de Alarcón, a ganarse la vida, «el recuerdo de las cosas lejanas, el sentirme olvidado de mi país y la nostalgia de mi alta meseta -cuenta Alfonso Reyes- me llevaron a escribir la Visión de Anáhuac (1915). Sirviéndose de los testimonios proporcionados por las Cartas de relación de Cortés, la Historia verdadera de la conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo y la Crónica del Conquistador Anónimo, y de algunas fuentes modernas para la interpretación histórica, la Visión de Anáhuac es una evocación, no erudita ni documental sino artística, de la imagen de la antigua ciudad de México o Tenochtitlan, tal como apareció a principios del siglo XVI, en 1519 precisamente, a los ojos maravillados de los conquistadores españoles.

Pero Reyes no se propuso exclusivamente realizar, para decirlo en palabras de Valery Larbaud, «una descripción lírica, y de un lirismo emparentado con el del Sain-John Perse. Gran poema de colores y hombres, de extraños monumentos y de riquezas acumuladas: en suma la verdadera visión prometida, en todo su brillo y misterio», sino que su intención profunda fue, además, la de interrogar a aquella imagen original de México y a aquel encuentro radical de dos razas, en busca del sentido de nuestra existencia.

Yo sueño -escribía Alfonso Reyes en 1922- en emprender una serie de ensayos que habrían de desarrollarse bajo esta divisa: En busca del alma nacional. La Visión de Anáhuac puede considerarse como un primer capítulo de esta obra, en la que yo procuraría extraer e interpretar la moraleja de nuestra terrible fábula histórica: buscar el pulso de la Patria en todos los momentos y en todos los hombres en que parece haberse intensificado; pedir a la brutalidad de los hechos un sentido espiritual; descubrir la misión del hombre mexicano en la tierra, interrogando pertinazmente a todos los fantasmas y las piedras de nuestras tumbas y nuestros monumentos.

Alfonso Reyes. Voz del autor. El Colegio Nacional, UNAM, Cátedra Alfonso Reyes UAEM, México, 2004.

A.R. Visión De Anáhuac