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Un camino marcado por la curiosidad, la obstinación y la casualidad. Eusebio Juaristi en Cuernavaca

El 10 y 11 de septiembre de 2014, el Dr. Eusebio Juaristi (Profesor Emérito e Investigador en el Departamento de Química del CINVESTAV-IPN) compartirá con la comunidad académica y estudiantil del Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca, y de la Universidad Politécnica del Estado de Morelos, su discurso de ingreso a El Colegio Nacional Un camino marcado por la curiosidad, la obstinación y la casualidad; discurso en el que narra sus aventuras y peripecias como investigador en Ciencias químicas:

Tendría unos 12 años cuando el personaje central de una película de Walt Disney —un joven de 18 años que realizaba experimentos en el laboratorio ubicado en el sótano de su casa— despertó en mí la vocación por explorar e inventar cosas. Al terminar la Preparatoria, y gracias a una beca del Club Rotario de Querétaro gestionada por mi abuelo Gregorio Juaristi, me decidí por estudiar la carrera de licenciatura en ciencias químicas (LCQ) en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). La mayor parte de mis amigos y compañeros estudiaban ingeniería química, por lo que estuve a punto de cambiarme de carrera, pero el doctor Xorge A. Domínguez, jefe del Departamento de Química del ITESM, me hizo ver la belleza, el orden y el enorme potencial de la química orgánica, y supo mantener en mí el entusiasmo por la investigación científica, de modo que me convenció de continuar en la carrera de LCQ.

10 de septiembre: Salón Learning Commons de la Biblioteca del Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca. 12:00 horas.

11 de septiembre: Auditorio Universidad Politécnica del Estado de Morelos. 12:00 horas.

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Instalación de la Cátedra «Alfonso Reyes-El Colegio Nacional-U.A.E.M.»

SecretaríaUAEM.30

Una defensa del anonimato. Carta a George B. Moore para negarle una entrevista. Por José Emilio Pacheco Berny

Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca
Gabriel y José Emilio. El eterno masculino

No sé por qué escribimos, querido George,
y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito.
Es decir, lanzamos
una botella al mar que está repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la arrojarán las mareas.
Lo más probable
es que sucumba en la tempestad y el abismo,
en la arena del fondo que es la muerte.

Y sin embargo
no es inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
me llama usted de Estes Park, Colorado.
Me dice que ha leído lo que está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
¿Cómo explicarle que jamás he dado una entrevista,
que mi ambición es ser leído y no “célebre”,
que importa el texto y no el autor del texto,
que descreo del circo literario ?

Luego recibo un telegrama inmenso
(cuánto se habrá gastado usted, querido amigo, al enviarlo).
No puedo contestarle ni dejarlo en silencio.
Y se me ocurren estos versos. No es un poema.
No aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria).
Y voy a usar, como lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, tratado, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.

Para empezar a no responderle diré:
no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
no me interesa comentarlos, no me preocupa
(si tengo alguno) mi lugar en la “historia”.
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora,
harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que alguien que desconozco pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto –dijo Pessoa–
corresponde a los versos, no al autor de los versos.

Si de casualidad es un gran poeta
dejará tres o cuatro poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales
son de verdad muy poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro: cada vez
le interesan más los poetas,
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de la tribu,
aquel que habla por quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más otro entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas y pleitos con los demás payasos del circo,
o el trapecista o el domador de elefantes,
tienen asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto de dos personas,
de dos desconocidos casi siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace medio siglo en editar una revista poética
que iba a llamarse Anonimato.
Anonimato publicaría poemas, no firmas;
estaría hecha de textos y no de autores.
Y yo quisiera como el poeta español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.

Si le gustaron mis versos
¿qué más da que sean míos / de otros / de nadie?
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.