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Una aproximación a las tradiciones del pensamiento humanista mexicano, Braulio Hornedo Rocha

Por Braulio Hornedo Rocha

Afirmar que entre nuestros autores y actores; Alfonso Reyes (1889-1959) y Emiliano Zapata (1879-1919) pertenecen a una misma generación (gen. 1885), así como las figuras de José María Morelos y Pavón (1765-1815) y Fray Servando Teresa de Mier (1765-1827) quienes nacieron con menos de tres semanas de diferencia y que son miembros muy destacados de la misma generación (gen. 1765), representa un primer paso en la identificación de los personajes y sus actos como los hilos que van conformando la urdimbre de la historia en los diferentes momentos de su acontecer.

Ortega y Gasset (gen. 1885) así como su discípulo Julián Marías (gen. 1915), tanto como sus contertulios interculturales en la conversación de las generaciones a través del milagro de la lectura; Luis González y González (gen. 1930) y Gabriel Zaid (gen. 1930), se han ocupado de investigar y estudiar las “rondas y conversaciones de las generaciones” en el origen y conformación de las tradiciones del pensamiento. Nos toca ahora a nosotros en la era de internet continuar modestamente con este esfuerzo, aportando el proverbial grano de arena, o para estar a tono con los tiempos apenas con algunos pocos bits, que esperamos lleguen a ser fecundos, como semillas en la simiente de nuestra tradición del pensamiento humanista iberoamericano. Contar con elementos para el estudio de las generaciones es de fundamental importancia pues a decir de Ortega y Gasset:

Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa; es como un nuevo cuerpo social integro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia, y por decirlo así, el gozne sobre que ésta ejecuta sus movimientos.

Identificar el papel de las generaciones en los orígenes, maduración y transformación de las tradiciones del pensamiento, es la línea de investigación que hemos adoptado: filosófica, política e históricamente, para contribuir a demostrar que 1810 y 1910 fueron sobre todo, momentos excepcionales en las tradiciones del pensamiento humanista en lengua española, y no sólo períodos de cambio político militar como tradicionalmente se enfoca y enseña, reto que representa uno de los propósitos particulares de este proyecto de investigación, docencia y difusión de la cultura humanista.

El concepto de «tradición política», concebido como un componente de las tradiciones del pensamiento humanista, se ha usado por algunos autores como una forma de enfrentar el creciente cientificismo en las llamadas ciencias sociales que en un afán “neo positivista” sostienen que sólo el conocimiento científico es válido, deseable y aceptable. En este restringido y políticamente orientado sentido, es científico todo aquel conocimiento útil para la producción y reproducción del capital y que por lo tanto es digno de financiamiento.

Una tradición política, dice Ambrosio Velasco, citando a Michael Oakeshott, es un conjunto de prácticas sociales y culturales, “de modos de actuar, pensar y hablar, cuyo conocimiento no es algo fácil de alcanzar, ‘e incluso puede parecer en esencia ininteligible’. La tradición es cambiante pero mantiene una continuidad a través del cambio. No hay un centro fijo e inmutable pero sí podemos comprender su identidad como un movimiento en el tiempo”. Es por estas razones de complejo dinamismo que: “La comprensión de la tradición no puede hacerse a través de métodos rigurosos, sino que es indispensable el desarrollo de destrezas para conversar críticamente con la tradición a la que pertenecemos”.

La conversación intrageneracional se extiende en un diálogo inter tradiciones como un acto crítico y se realiza como conversaciones al interior de una cultura y diálogos a través de la lectura, escuchando con nuestro ojos a los muertos, entre las generaciones de diversas culturas, pero también es un acto necesariamente autocrítico al interior de nuestra propia tradición, es un diálogo en continuo movimiento para el que no existe un método único e infalible como garantía epistemológica de certeza científica, pues la inmensa mayoría estamos limitados a comprender e intervenir sólo muy parcialmente desde el interior de nuestra propia tradición e insisto, en una proporción infinitesimal.

En suma, podemos decir que una tradición política es un complejo de teorías descriptivas y normativas, de valores, creencias, discursos y prácticas políticas que se desarrollan en comunidades específicas, en periodos históricos más o menos definidos, a través de controversias en torno de problemas prácticos y teóricos que confrontan las tradiciones, tanto a su interior como frente a otras tradiciones políticas.

Lograr caracterizar y valorar los empeños y logros de las tradiciones del pensamiento humanista a la vuelta de trescientos años de conversación intracultural y diálogos interculturales a través de la lectura requiere entender el concepto de conversación como lo apunta Michael Oakeshott, como una necesidad urgente de saber incorporar: “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”:

En una conversación, los participantes no realizan una investigación ni un debate; no hay ninguna “verdad” que descubrir, ninguna disposición que probar, ninguna conclusión que buscar. Los participantes no tratan de informar, persuadir o refutarse recíprocamente, de modo que el poder de convicción de sus expresiones no depende de que todos hablen el mismo idioma; pueden diferir sin estar en desacuerdo. Por supuesto, una conversación puede tener pasajes de argumentación y no se prohíbe que quien habla sea demostrativo; pero el razonamiento no es soberano ni único, y la conversación misma no integra un argumento. Una muchacha, a fin de escapar de una conclusión, puede expresar lo que parece ser una observación escandalosamente no aplicable al caso, pero lo que en realidad está haciendo es convertir un argumento que le parece fastidioso en una conversación con la que se siente más a gusto. En la conversación, los “hechos” aparecen sólo para ser resueltos una vez más en las posibilidades de las que salieron; las “certezas” resultan combustibles, no porque se pongan en contacto con otras “certezas” o con la duda, sino porque se prenden por la presencia de ideas de otro orden; se revelan aproximaciones entre nociones normalmente remotas entre sí. Pensamientos de diferentes especies cobran vuelo y se revuelven, respondiendo a los movimientos de los otros y y suscitándose recíprocamente nuevas expresiones. Nadie pregunta de dónde han venido o con qué autoridad están presentes; a nadie le preocupa qué será de ellos cuando hayan desempeñado su papel. No hay director de orquesta ni árbitro; ni siquiera un portero que examine credenciales. Todos los que entran son tomados por lo que parecen y se permite todo lo que pueda ser aceptado en el flujo de la especulación. Y las voces que hablan en conversación no integran una jerarquía. La conversación no es una empresa destinada a generar un beneficio extrínseco, un concurso en el que el ganador obtenga un premio ni una actividad de exégesis; es una aventura intelectual que no se ha ensayado. Ocurre con la conversación como con el juego de azar: su significación no reside en perder, sino en apostar. Hablando con mayor precisión, la conversación es imposible en ausencia de una diversidad de voces: en ella se encuentran diferentes universos de discurso, se reconocen recíprocamente y disfrutan una relación oblicua que no requiere que los universos se asimilen entre sí ni espera que eso ocurra.

El poeta Gabriel Zaid señala que: “En sus grandes momentos, la conversación es una comunidad en éxtasis. Puede ser una fiesta creadora de actos elocuentes, un manantial de añoranzas, deseos, visiones y proyectos” Es en la conversación donde encontramos en ocasiones un atisbo para “ser en el mundo”, un rayo de iluminación mística o transfiguración poética que lo ilumina todo haciendo el mundo habitable. Milagro que se extiende a esa conversación interna que configuramos en la lectura placentera.

La conversación socrática al repetirse deviene en tertulia y ésta pasando por el jardín de Akademos y el liceo aristotélico, los jardines de la biblioteca de Alejandría, el gimnasio y las termas romanas, las cortes de Cleopatra, Marco Aurelio, Carlo Magno, Leonor de Aquitania, Alfonso X el Sabio o Cristina de Suecia, los talleres renacentistas y las tertulias enciclopedistas, hasta llegar a los cafés y las cantinas modernas, son manifestaciones de esta prolongación de la tradición oral en la conversación libre, horizontal, no jerárquica, inteligente y sabrosa por su sabor y olor libertarios. La conversación va conformando instituciones que en su evolución en academias, liceos, colegios, escuelas y universidades, terminan negando los rasgos ácratas de horizontalidad y autogestión de la conversación original de la que surgieron y se nutrieron.

La conversación socrática puede ser llamada tertulia, aunque no tuvo la continuidad de la platónica: reuniones de los mismos amigos, en los mismos lugares; cierta vaga colegialidad que, al paso de los años y los siglos, se transforma en instituto, se vuelve escuela. Toda interlocución sostenida durante muchos años genera mutuas influencias, perfila afinidades y contrastes, hace escuela. Pero ya es otra cosa recibir novicios y formarlos, cobrándoles o no: operar una escuela, un gimnasio intelectual donde se hagan ejercicios y se impartan conocimientos. De unas instituciones salen otras.

La escuela pública obligatoria es un elocuente ejemplo de esta negación de la conversación y la tertulia, al imponerse la educación escolarizada obligatoria se origina una confusión masiva derivada de hacer sinónimos educación y escolaridad, cuando en la práctica se manifiestan como crecientemente antónimos. Las escuelas y universidades modernas que niegan por definición institucional las conversaciones en las que se originaron, no pueden evitar que por un “milagro del eterno retorno” resurgan de sus cenizas nuevas conversaciones originadas en el logos ácrata de la libertad humana de pensamiento y obra, aún cuando “La escuela parece estar eminentemente dotada para ser la Iglesia Universal de nuestra cultura en decadencia… La universidad moderna ha alienado su oportunidad de proporcionar sencillamente un marco para encuentros autónomos y anárquicos, orientados pero no planificados, entusiastas. En cambio, ha elegido convertirse en gerente de un proceso que fabrica los productos llamados investigación y docencia”.

Las primeras academias europeas fueron tertulias de renacentistas que leían, escribían, editaban, hacían música, pintura, escultura. Ahora son llamadas “enciclopédicas”, porque ya no se entiende, ni se sabe cómo llamar, la convergencia de todo en la plenitud. Se confunde con la imposible acumulación de especialidades, porque la universidad (y el mercado) impusieron la perspectiva monográfica de los especialistas. Si el único saber es el monográfico, cualquier otro saber es deficiente y despreciable, como el diletantismo de los “hombres del Renacimiento” o los “filósofos” de la Ilustración.

Nuestro método consiste en identificar a las generaciones cronológicamente inscritas en un periodo histórico (continuo, no discreto) a partir de sus principales personajes, para vislumbrar intraculturalmente las conversaciones al interior de cada generación y de las generaciones entre si dentro de una misma cultura, como uno de los orígenes de las tradiciones interculturales del pensamiento, que se expresan socialmente en una praxis política concreta en los diferentes momentos de la historia de las naciones y los pueblos.

Este proyecto está publicado en el sitio web http://www.humanistas.org.mx con los avances logrados a partir del 2007, que consisten en la formulación de las listas de autores y actores que incluyen poco más de setecientos nombres agrupados en 16 generaciones, de los cuales cerca de quinientos cuentan con una breve semblanza bio-bibliográfica. En el apartado Biblioteca hemos logrado conectar y validar en línea con cerca de 150 libros, constituciones, planes, bandos, proclamas, decretos y epístolas que constituyen nuestra incipiente Biblioteca básica de los centenarios.

El primer paso consiste en ir identificando y ordenando los grupos generacionales de los autores y actores vinculados con los antecedentes, los hechos y las consecuencias de las revoluciones iniciadas en 1810 y 1910. Sobre las listas de autores ordenadas cronológicamente procedimos a identificar los años de referencia por generación, en cortes cada quince años, agrupando a los nacidos siete años y medio antes y después del año centroide. Esto es, la generación de los nacidos en 1900, por ejemplo, agrupa a los nacidos entre julio de 1892 y junio de 1907. En esta generación de los nacidos alrededor de 1900 quedan incluidos tres grupos generacionales reconocidos como: Contemporáneos y Siete sabios en México y la Generación del 27 en España. El límite inferior en nuestro intervalo de tiempo histórico es la generación de los nacidos en 1705 y el límite superior, la generación 1930. El primero Juan José de Eguiara y Eguren, y el último, José Emilio Pacheco se incluyen como antecedentes y consecuentes de la primera y última generación.

Sin pretender cumplir todavía con otros criterios para caracterizar con rigor las generaciones, es nuestro incipiente avance una primera aproximación a futuras categorías más específicas a partir de esta ordenación cronológica por fecha de nacimiento.

El segundo paso consiste en ir compilando una lista abierta y creciente de autores de libros publicados en línea, escritos por humanistas mexicanos, hispanoamericanos y del resto del mundo, con un énfasis particular en los movimientos revolucionarios de 1810 y 1910 en México e iberoamérica.

Agradecemos a Wikipedia y Wikisource, a la Biblioteca del Centro Virtual Cervantes, a la Academia Mexicana de la Lengua, El Colegio Nacional, El Colegio de México, al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, a la Biblioteca Rosa Ma. Porrúa, a biblioteca.tv, a la Comisión Nacional del Bicentenario, la Universidad de Valladolid, la Universidad Georgetown, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Fondo de Cultura Económica, La Biblioteca Social Reconstruir y a la Biblioteca Antorcha por los enlaces de hipertexto que nos permiten ofrecer a nuestros lectores los documentos fundamentales, directos e indirectos, antecedentes y consecuentes, de la revolución de Independencia de 1810 y la Revolución mexicana de 1910.

Ver Tradiciones del pensamiento en PDF.

Referencias bibliográficas

Illich, Iván, “Hacia el fin de la era escolar”, CIDOC, Cuaderno 65, Cuernavaca, 1971.

Oakeshott, Michael, “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”, El racionalismo en política, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.

Ortega y Gasset, José , El tema de nuestro tiempo, Porrúa, México, 1985.

Velasco Gómez, Ambrosio, Republicanismo y multiculturalismo, Siglo XXI, 2006.

Zaid, Gabriel , “Instituciones de la conversación”, Memoria 2006, El Colegio Nacional, México.

Octavio Paz y las tradiciones del pensamiento político mexicano

PAZ-100-HORNEDOLa Cátedra Alfonso Reyes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos  invita a la conferencia Octavio Paz y las tradiciones del pensamiento político mexicano; conferencia que será impartida por el Dr. Braulio Hornedo Rocha, (Rector de la Universidad Virtual Alfonsina), el próximo 29 de abril a las 18:00 horas en el Auditorio Ricardo Guerra del CIDHEM.

Braulio Hornedo Rocha es Arquitecto de la Universidad Nacional Autónoma de México www.arquitectura-ecologica.com, Doctor en Filosofía con mención honorífica del Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos CIDHEM, Doctor Honoris Causa en educación Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa CIHCE, Premio Iberoamericano a la excelencia educativa. Cuenta con estudios varios en Arquitectura, Filosofía y Matemáticas, Facultad de Filosofía y Letras, CIMASS e Instituto de Ingeniería UNAM. Es miembro correspondiente en Cuernavaca del Seminario de Cultura Mexicana, de la Academia Morelense de la Crónica y de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos. Se ha desempeñado como asesor de El Colegio Nacional, Academia Mexicana de la Lengua, Fondo de Cultura Económica.

El Dr. Hornedo Rocha ha sido catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia; Escuela Nacional de Arquitectura UNAM; División de posgrado,  Facultad de Ingeniería UNAM; División de Estudios Superiores, Escuela Nacional de Arquitectura, UNAM; UPIICSA, IPN; Universidad Autónoma del Estado de Morelos; Universidad Internacional; Universidad La Salle Cuernavaca; Universidad de Brest – Universidad Politécnica del Estado de Morelos; Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos.

Actualmente se desempeña como Coordinador general Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca, Rector en la Universidad Virtual Alfonsina www.univirtual.mx, Editor de la revista Tamoanchan del CIDHEM. Sus líneas de investigación comprenden las tradiciones del pensamiento humanista mexicano siglos XVIII-XX www.humanistas.org.mx, El mito del progreso www.contraelprogreso.com. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Homero en Cuernavaca(2009), El mito del progreso (2008) y La Ilíada de Homero en Cuernavaca (2005).

Para saber más sobre el Dr. Braulio Hornedo Rocha, le invitamos a que consulte el sitio web http://www.braulio-hornedo.com

Arte poética, Alfonso Reyes

1

Asustadiza gracia del poema:
flor temerosa, recatada en yema.

2

Y se cierra, como la sensitiva,
si la llega a tocar la mano viva.

3

—Mano mejor que la mano de Orfeo,
mano que la presumo y no la creo,

4

para traer la Eurídice dormida
hasta la superficie de la vida.

París, 1925

Alfonso Reyes,  Constancia poética, Obras completas de Alfonso Reyes X, Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p. 113

Conferencia del Dr. Eusebio Juaristi en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos

CAR140514-JuaristiLa Cátedra Alfonso Reyes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos invita a la conferencia Química verde y organocatálisis: dos temas relevantes de la química en el siglo XXI; conferencia que será impartida por el Dr. Eusebio Juaristi, (miembro de El Colegio Nacional, Profesor Emérito e Investigador en el Departamento de Química del CINVESTAV-IPN), el próximo 14 de mayo de 2014 a las 12:00 horas en el Auditorio de la Biblioteca Central, Campus Chamilpa.

El Dr. Juaristi ha sido el iniciador en México de la investigación en el área de la fisicoquímica orgánica, con énfasis en el análisis conformacional y la estereoquímica; se ha consolidado como líder mundial en el estudio del efecto anomérico. También ha destacado en el área de la síntesis asimétrica, campo en el que, junto con su grupo de investigación, ha desarrollado nuevos métodos para la síntesis enantioselectiva de ß-aminoácidos. Otras áreas de investigación en las que el Dr. Juaristi ha tenido una influencia notable son: estructura y reactividad de los carbaniones, análisis conformacional, diseño de nuevos organocatalizadores quirales para su empleo en síntesis asimétrica, química «verde» (en particular mediante el desarrollo de síntesis química en ausencia de disolvente) y aplicaciones de la química computacional.

El Dr. Juaristi es autor o coautor de más de 354 publicaciones en el área de la química; cuyo impacto puede medirse por el número de citas bibliográficas registradas a la fecha (más de 7500, Indice-H = 39), lo que le ha llevado a convertirse en uno de los químicos latinoamericanos más citados de todos los tiempos.

Adicionalmente, el Dr. Juaristi ha ocupado diversos puestos en la Academia Mexicana de Ciencias, y ha sido miembro de los consejos editoriales de varias revistas de química nacionales e internacionales. Ha recibido también importantes premios y reconocimientos, entre los cuales se encuentran: el Premio de la Academia de la Investigación Científica (1988); el Premio Manuel Noriega de la OEA (1990); el Premio Nacional de Química «Andrés Manuel del Río» (1994), el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1998), Miembro Honorario de la American Chemical Society (2009), Miembro Titular de la Academia Mexicana de Ciencias (2012), premio de investigación alemán Georg Forster de la Fundación Alexander von Humbodlt (2012).

Para saber más sobre el Dr. Eusebio Juaristi, le invitamos a que consulte el sitio web de El Colegio Nacional y del CINVESTAV-IPN.

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México en la obra de Alfonso Reyes, Adolfo Castañón

Por Adolfo Castañón

Adolfo Castañón¿Por qué titular, o por qué llamar la atención sobre la presencia del tema México en la obra de Alfonso Reyes? La respuesta más inmediata que se me ocurre tiene que ver con un episodio polémico que se da a principios de los años 30, cuando Héctor Pérez Martínez, entonces un joven escritor y también joven político, escribe una carta a Reyes reclamándole dos cosas, Reyes se encuentra en ese momento en Río de Janeiro y le reclama dos cosas: Uno, que siendo el escritor mexicano más importante y más reconocido de la época no entre a tomar partido en la contienda política mexicana, en ese momento y tampoco entre a tomar partido en la contienda literaria entre nacionalistas y cosmopolitas; entre los escritores que abogaban por una literatura de contenidos naturalistas realistas derivado en cierto modo de la Revolución mexicana y los escritores que pregonaban o sostenían la idea de un arte, de una literatura, de un ejercicio literario que se bastase a sí mismo en cuanto a tal, independientemente del tema con la idea de que lo mexicano de todos modos saldría como una especie de transpiración, a esta segunda corriente podemos adscribir a el grupo de contemporáneos.

Reyes escribe en ese momento, una airada respuesta, airada, extensa, pormenorizada, apasionada, es el texto titulado a Vuelta de correo donde se defiende de estos dos temas, de estas dos acusaciones, pero sobre todo de la segunda, no tanto de la primera. Pero quizás para comprender el contexto en el que se da esta conversación, finalmente este intercambio, finalmente esta polémica no es una, o no se da en los términos en que ahora entendemos la polémica, como una especie de lucha a muerte en donde alguien va a salir decapitado, se da finalmente como una conversación, como una argumentación. Héctor Pérez Martínez y Alfonso Reyes terminarán siendo personas cercanas y amigos a pesar de las diferencias. Pero digo, había que tomar un poco de contexto para entender que profundidad, que está sucediendo en este intercambio y por qué converge en Alfonso Reyes, esta solicitud, por un lado, de intervenir en la política mexicana y por otro lado, el documentar en su obra el tema de México. Que lo documentó ampliamente, de los veintiséis volúmenes de la Obra completa de Alfonso Reyes, y de los que componen un universo de alrededor de trece mil cuatrocientas cuarenta páginas y de los diez tomos o más que podrían configurar la correspondencia, más otros dos o tres tomos de escritos diplomáticos, que publicará Fondo de Cultura en colaboración con Relaciones Exteriores con el título de Misión diplomática, en todo este universo de páginas que suman para ser conservadores, alrededor de unas veinte mil páginas, de veinte mil hojas, hay un universo amplio de textos escritos por Alfonso Reyes sobre México, tan amplio como alrededor de entre dos mil quinientas y tres mil páginas, o sea una buena proporción de cosas que se refieren directamente al tema de México.
Estas páginas, ya que me fui por ahí por un momento antes de llegar al contexto, estas páginas se podrían dividir en tres grandes cuerpos, en tres grandes grupos. Un primer grupo lo configurarían los textos documentales que Alfonso Reyes genera a través de cartas, de diarios o de memorias, los libros Albores, Parentalia, a través de su diario donde Reyes habla en primera persona como ciudadano mexicano y en cuanto tal se expresa sobre México y sobre el mundo en su correspondencia innumerable, Reyes es uno de los titanes de la epistolografía o de la escritura de cartas, no solo en México, no sólo en América; sino en lengua española, y creo yo, que en el mundo moderno uno de los más activos grafónomos o practicantes del arte de las cartas, sostuvo correspondencia, como ustedes lo saben, con numerosas personas, les mencionaré a: Pedro Henríquez Ureña, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Daniel Cosío Villegas, Héctor Pérez Martínez, Rafael Cabrera, Javier Icaza y Genaro Estrada, que fue su jefe en Relaciones Exteriores, para solo mencionar algunos; en otros países, sostiene correspondencia con Azorín con Baroja, con Unamuno, en Cuba con Chacón y Calvo, con el hermano de Henríquez Ureña, o sea, el universo de la correspondencia de Reyes, de hecho, desde el punto de vista de la edición, de la exigencia editorial, así como hemos terminado, en el Fondo de Cultura Económica, con la edición de los veintiséis tomos, trece mil cuatrocientas cuarenta páginas de obra completa, todavía tenemos por hacer la recopilación y la edición sistemática de la correspondencia. Bueno, entonces en primer lugar, Reyes en primera persona, hace sus memorias, después regresaremos a ello, escribe cartas, escribe un diario y se desempeña como actor, como funcionario en el servicio diplomático mexicano desde alrededor de casi 30 años.
El primer cuerpo, entonces sería un cuerpo primera persona, Reyes, digamos, por sí mismo. Un segundo cuerpo correspondería a todos aquellos textos que Alfonso Reyes escribió con una temática, con una tópica, con unos motivos mexicanos, en este orden sobresale en primer lugar, nos detendremos más adelante en este texto, ese poema ensayo, texto prodigioso que es La visión de Anáhuac, pero además de La visión de Anáhuac hay un sinnúmero de otros textos como El Testimonio de Juan Peña, La silueta del indio Jesús, diversos ensayos, entendidos con un sentido artístico, con un tema mexicano y la pieza de teatro que es central en la obra de Alfonso Reyes el poema dramático, titulado Ifigenia cruel, donde bajo el manto de las referencias helénicas, griegas, está transpirando el drama de Alfonso Reyes, al que en un momento me referiré. En un tercer cuerpo de la antología o del «corpus mexicano» de Alfonso Reyes, encontraríamos los textos que Reyes escribe en cuanto ensayista, crítico literario, historiador, periodista, sobre México, ahí, que es quizás la parte más extensa de esta antología, vamos a ver repasar la historia de México desde tiempos prehistóricos como en el texto titulado Tres reinos, por supuesto, todos los entornos de la cultura náhuatl y del tema azteca, pues indígena, donde sobresalen los textos en torno a Moctezuma y continuaríamos con, deje de lado La visión de Anáhuac, que ya lo mencioné, con los textos sobre el origen del teatro en México, las siluetas de los primeros evangelizadores, la silueta de su personaje preferido y muy cercano a Alfonso Reyes, que es Juan Ruiz de Alarcón así como Octavio Paz elige una hermana electiva, una especie de espejo que lo va a reflejar en Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes elige en «El corcovado ingenioso» Juan Ruiz de Alarcón un espejo de mesura de y una especie de ideal estético.
Además de Juan Ruiz de Alarcón, Reyes escribirá en el libro Letras de la Nueva España, textos sobre Sor Juana, Singüenza y Góngora y otros autores y momentos de la cultura novo-hispana virreinal, por supuesto, es casi repetir la historia de la literatura mexicana, lo haré brevemente, textos sobre Joaquín Fernández de Lizardi, sobre Ignacio Manuel Altamirano, sobre Ramírez, sobre José de Cuéllar, sobre Justo Sierra, y finalmente, sobre todos aquellos escritores que configuran, de alguna manera, el Modernismo en México, en particular un escritor al que Reyes le tiene gran devoción, porque tenía la devoción heredada de su padre, que es Manuel José Otón, él era un protegido, un amigo, una persona que estaba en la casa paterna, con frecuencia, de la familia Reyes, el gran poeta Manuel José Otón, más adelante Reyes, va a escribir un pequeño, y yo diría desdeñoso, texto sobre el gran poeta nacional, Ramón López Velarde, titulado Prosas en papel de fumar, que es un texto para la sensibilidad moderna, para nosotros hoy, que consideramos a Ramón López Velarde como uno de los pináculos de la lírica mexicana de principios de siglo, sino es que de todo el siglo, sin más, nos va a sorprender que Reyes lo trata de una manera un poco desdeñosa, un poco despectiva en este croquis escrito en papel de fumar, imagínense qué le pasa a un croquis escrito en papel de fumar pues se vuelve ceniza muy rápidamente y además el papel de fumar, el papel arroz es una sábana, como se dice, una hojita en la que no cabe mucho texto. Las razones para desdeñar Reyes a López Velarde, tiene que ver con el provincialismo de López Velarde, en términos manifiestos, superficiales, pero en términos un poco más profundos, tiene que ver con una herida que nunca se le va a curar a Reyes y es la herida surgida en esta polémica, a la que aludí al inicio de esta conversación, con Pérez Martínez, y es la de que Reyes de alguna manera sentía a sí mismo, o el se había elegido a sí mismo como el gran poeta mexicano del siglo XX.
Cuando digo que Reyes se había elegido a sí mismo en esa condición, me estoy acordando de una frase de Salvador Novo, referida a Reyes, que dice que «todos -cito a Novo con memoria- todos admirábamos a Alfonso casi tanto como el se admiraba a sí mismo». El gran poeta que va a ocupar el escenario crítico del siglo XX, será Enrique González Martínez el poeta que en sus primeros momentos pregona la idea de darle al Modernismo a la ebriedad modernista un tratamiento de sobriedad y «torcerle el cuello al cisne». Curiosamente, esta es una justicia o injusticia poética, una de las, quizás una de las razones por las cuales Alfonso Reyes va a perder el premio Nobel en 1949, tiene que ver precisamente con Enrique González Martínez ya que si bien, Gabriela Mistral lo recomienda en una carta a la Academia Sueca, y aquí les puedo leer, un cachito. Si bien ella lo recomienda, en el camino un ex discípulo «malqueriente», o como le quieran llamar, que es Antonio Castro Leal hace circular una carta entre los escritores mexicanos al mismo tiempo que Gabriela está proponiendo a Reyes para el premio Nobel en el 49, diciendo que el candidato que debe de ser elegido es Enrique González Martínez, bueno, pero esos son episodios de una historia literaria poco clara. Leeré la carta, no lo tenía pensado pero sale, la carta que escribe Gabriela Mistral, fechada en el hotel Mocambo de Veracruz el 12 de enero de 1949, ella si ustedes lo recuerdan, tenía una particular afición por México, para presentar al Secretario de la Academia Sueca en Estocolmo a Alfonso Reyes como candidato al premio Nobel en el 49.

«El caso de Alfonso Reyes, señor Andrés Andreshosterling, Secretario de la Academia, es el de un escritor al cual nadie disputa su lugar en nuestros países: Argentina, Uruguay, Chile Perú, etcétera. Se trata de un gran prosista, de un poeta agudo y sutil y de un creador cotidiano de cultura por la abundancia y por el desorden que tuvieron sus publicaciones en una o más editoriales la obra de nuestro escritor ha sufrido muchísimo cada lector suele conocer una o dos direcciones de esa obra y se ha quedado sin los demás rumbos, hay los que siguen solamente sus ensayos, hay los que se aplican a su especialización en historia literaria y hay unos pocos que lo hemos disfrutado en la obra entera, me he hallado a profesores y escritores que nunca leyeron ni La Ifigenia cruel ni la poesía lírica de Alfonso Reyes, tampoco aquella prosa suya que llamaríamos civil en donde está su labor de hombre continental, centro y sudamericano y español por añadidura. Solamente ahora esa obra copiosa está editándose por una editorial -Fondo de Cultura Económica- la anarquía lastimosa de nuestras editoriales que aparecen y desaparecen, ha dañado bastante la divulgación del maestro Alfonso Reyes, sin embargo él es popular entre los cultos, si vale la frase, y hasta suele trocarse con lo popular-campesino pues ha hecho también poesía de sabor folklórico. Alfonso Reyes es realmente, varios hombres, un clásico americano un elaborador de cultura y también un reconciliador en prosa y en verso de las tendencias criollo-futuristas que recorren América Latina y solo en él se transmiten en creación seria, y en asimilación verdadera, sea en verso, sea en la prosa.»

Y siguen las razones elogiosas. Esta candidatura de Reyes en 49, fue apoyada públicamente también por Octavio Paz, de quien sólo voy a leer unos párrafos, dice:

«Si, tenemos algunos poetas extraordinarios, un dramaturgo, varios críticos y tres o cuatro grandes escritores en prosa en la literatura mexicana. Pero tenemos sobre todo -dice Paz- un hombre para quien la literatura ha sido algo más que una vocación o un destino; ha sido una religión. Un hombre para quien el lenguaje ha sido y es todo lo que puede ser el lenguaje sonido y signo, trazo inanimado y magia, organismo de relojería y ser vivo, palabra en suma, poeta, crítico y traductor, el es el hombre de letras por excelencia, el minero, el artífice, el peón, el jardinero el sacerdote de las palabras…»

Pero de alguna manera esta importancia de Alfonso Reyes, no solo es una importancia que ahora la vemos y la tenemos como estrictamente comprensible, inteligible en términos críticos, en términos literarios, en términos estéticos; sino que no sabríamos explicarnos el fenómeno Reyes, el caso Reyes, la figura de Alfonso Reyes, si no atendemos, si no recordamos, de alguna manera, su biografía, y aquí es preciso recordar que Alfonso Reyes fue el hijo de su padre, el hijo de su padre quiere decir, el hijo del general Bernardo Reyes que gobernó, reinó en Nuevo León durante varios años durante el Porfiriato. Que estuvo en por lo menos tres ocasiones muy cerca del umbral que lo separaba del poder absoluto, es decir, en un momento dado, se pensó que Bernardo Reyes podría ser el «hombre fuerte» que sucedería a Porfirio Díaz. Bernardo Reyes había llegado esa condición de «hombre fuerte» del Porfiriato de gobernador, no solo, Nuevo León, sino yo diría un poco de todo el norte de México, debido a que era un hombre enormemente aguerrido, un guerrero, «un poeta de la espada», como diría el propio Reyes. Un hombre que hizo la guerra contra el yaqui y también evitó que se diera una mayor violencia en un momento dado que ya estaban pacificados y que por medidas administrativas, como suele suceder ¿verdad? -nos suena- se perturba el status quo en un momento dado al final de los ochenta del siglo antepasado y hay un momento en que está a punto de incendiarse el norte de México en una guerra entre indios y criollos –“de máscaras pálidas»- y es Bernardo Reyes el que logra pacificar esto. Pero no sólo ha hecho eso; sino que también persiguió a este personaje memorable, quizás, si no simpático, por lo menos atractivo literariamente que fue el bandido llamado «El tigre de Álica» un guerrillero que asoló -el famoso Losada- que asoló el norte de México, Colima, Nayarit, Jalisco y que se hizo fuerte a la hora de la Intervención francesa -está muy bien recordarlo hoy, 5 de mayo- porque fue de aquellos mexicanos que «le vendieron su alma al diablo francés», que se pusieron del lado de los invasores, esto le permitió al «Tigre de Álica», a Manuel Losada, reinar en el noroccidente de México durante casi una década y quien llegaría a someterlo sería precisamente Bernardo Reyes. El joven Bernardo Reyes, muy muy joven, quien cuando se anuncia la intervención francesa en su pueblo siendo, como digo, un adolescente, escupe el bando civil donde se convoca a la sumisión, y es gracias a los oficios del abuelo de nuestro ex presidente López Portillo, su bisabuelo, que logra su madre sacarlo de la cárcel para que luego, luego Bernardo se vaya a pelear en contra de los franceses en la guerrilla legítima. Bernardo Reyes era una figura excepcional desde el punto de vista ética y desde el punto de vista de la lealtad a las instituciones por eso mismo va a ser enormemente trágica su muerte, el 9 de febrero de 1913, durante la «Decena trágica». Es, en este momento, ya no el gobernador, ya no el hombre que tiene todos los laureles, y todos los prestigios de la gloria militar y civil, hay que recordar que en Nuevo León, como gobernador, Bernardo Reyes fue uno de los introductores de la legislación que protegía los derechos del trabajador, por ejemplo, o sea no era un hombre de poder así nada más; sino que era un político, un estadista más complejo. Pero, como ustedes, o recordemos brevemente Bernardo Reyes no quiso ponerse a la cabeza del «Reyismo» que le pedía que asumiera el relevo de Porfirio Díaz y cuando Francisco Madero toma el poder por la elecciones -que sabemos- Bernardo se va exiliado y regresa y cae en la trampa de creer de pensar que el de Madero, a pesar del mecanismo electoral, a pesar de la flamante democracia, es un hijo ilegítimo, un hombre que no merece el poder, o sea, cae bajo el hechizo de las sirenas militares, de las sirenas de la violencia y es muerto, bueno primero es aprehendido y encarcelado en, recuerdan el Palacio nacional, la plaza mayor, zócalo de México que tiene tres puertas, la puerta en donde siempre están los militares, la puerta de en medio y la puerta donde está el Hemiciclo a Juárez , en la puerta en donde están los militares, anteriormente, atrás había, a principios de siglo, una prisión y estuvo ahí Bernardo Reyes, compartiendo el espacio con otro personaje memorable simpático, carismático de la historia de México Francisco Villa, ese otro «tigre de Álica» seguramente cuando estuvieron prisioneros, algo más de un año, se cruzaron no pocas veces y aunque no hay testimonio de que hayan entablado conversación, Francisco Villa y Bernardo Reyes, es seguro que compartieron ese espacio de enclaustramiento forzoso. Debido a las diligencias de la familia Reyes, particularmente del hermano mayor de Alfonso, el político, Rodolfo Reyes amigo personal e íntimo, Rodolfo, de otro villano de la historia mexicana que es Félix Díaz, gracias a las gestiones de Rodolfo sale Bernardo de prisión, pero tan pronto sale, encabeza una revuelta, en ese febrero trágico de la «Decena trágica» y muere sobre su caballo, balaceado por los soldados que defendían Palacio Nacional donde estaba el acosado y asediado Madero con su gabinete, con Pino Suárez.
De modo que, cuando cae Bernardo Reyes, este hombre que en toda su vida había sido impecable, noble, leal honrado, carismático, amigo de los poetas, amigo de Otón en México; pero también fuera de México: amigo de Rubén Darío, amigo de José Enrique Rodó, hombre que se sabía versos de memoria, un militar ilustrado, culto como ya no los hay, o quizás los hay pero se esconden. Digo que Bernardo Reyes al caer, de alguna manera para el joven Alfonso, muere dos veces, porque muere como una figura física, como un cuerpo físico, pero también muere como un objeto de admiración y se convierte en una especie de «padre incómodo» de figura bochornosa, ¿cómo ser hijo de este aliado de Victoriano Huerta? De hecho cuando muere Bernardo Reyes, 1913, en ese momento Alfonso, todavía Alfonsito quizás, tendría 24 años, él nació el 17 de mayo del 89, está recién casado, tiene un hijo. El propio Victoriano Huerta se acerca a Alfonso Reyes para nombrarlo su secretario particular, el hombre que le lleva la agenda, -una función de moda- pero no acepta y finalmente para no pelearse con quien tiene el poder, con Victoriano Huerta, acepta irse de México nombrado como secretario de la legación mexicana en París y en ese momento Reyes se va de México, es decir, por ahí de agosto septiembre de 1913 y Reyes no volverá a México más que a tomar vacaciones unos cuantos días, en aquella época en que no había aviones, o eran muy raros. Sólo volverá a México definitivamente después de septiembre de 1939, por agosto también o septiembre. De modo que el Alfonso Reyes escritor, el Alfonso Reyes creador, artista es en realidad una figura del exilio, una figura del destierro.
El Alfonso Reyes a quien le escribe Héctor Pérez Martínez en 1932, es ya el hombre que ha estado en París y en París se ha hecho amigo, por méritos propios, por su simpatía, por su gracia, por su ángel, por su memoria, por lo que ustedes quieran, se ha hecho amigo de escritores mayores como puede ser Paul Válery, de escritores de su edad o un poco más jóvenes, como pueden ser Saint John Perse o Julio Supervielle, de escritores innumerables en Francia. Cuando estalla la Primera guerra mundial Reyes tiene que irse a Madrid y ahí en Madrid se ve obligado a ganarse la vida con la pluma en la mano.
En Madrid no es el único mexicano, hay otros, pero Francisco de Icaza, no resisto la tentación de leerles esta cita, le advierte en cuanto llega Alfonso Reyes a Madrid a vivir esos días heroicos, le advierte Francisco de Icaza al joven Alfonso Reyes de ya veinticinco o veintiséis años que llega con muchas ganas de ganarse la vida con la pluma, le dice Icaza, el amigo de Machado, en fin, de tantos otros, le dice: “… pero se lo digo sin rodeos, es posible que usted logre sostenerse aquí con la pluma pero eso es como ganarse la vida levantando sillas metálicas con los dientes.» Pero Reyes lo hace, se gana la vida «levantando sillas metálicas con los dientes» y es en ese momento, en Madrid, donde vamos a ver al Reyes más creativo, más ingenioso, más laborioso y trabajador. Es ahí donde escribirá La visión de Anáhuac, es ahí donde inventará algo que está en cada uno de los momentos de su obra, pero que de alguna manera, configura, algo menos y algo más que una obra porque Reyes no es el autor, como podrían serlo otros escritores, Reyes no es el autor de una gran obra maestra, es decir, de una novela de seiscientas páginas, es el autor de diversas, numerosas, muchas, copiosas pequeñas obras maestras, pero es sobre todo, el autor, el inventor, el creador de un idioma español.
Y esto es precisamente lo que van a saludar un Jorge Luis Borges y lo que van a saludar los amigos españoles de la época en Reyes esta vivacidad, esta consistencia del idioma.
El idioma español, como ustedes saben -esta es una necesaria disgregación- es un idioma que después del Siglo de oro, después del siglo XVII, entra en una especie de automatismo octosílabo, de somnolencia en parte por la Inquisición, en parte porque en España la vida intelectual deja de estar cerca del riesgo cerca de la aventura. La Inquisición en cierto modo ha castrado a la literatura hispánica de su capacidad de innovación y ha transformado a lo escrito en español, a partir de ella, en una literatura rígida curialesca, dura, burocrática. Tendremos que esperar al final del siglo XIX, al Modernismo, a Rubén Darío y a los escritores españoles que le son coetáneos, como Antonio Machado, o un poco posteriores, Unamuno, Azorín y Baroja, pero sobre todo me quedaría con Machado y Rubén Darío para esta explicación. Tendremos que esperar que un Rubén Darío dé una vuelta por la literatura y encuentre el «genio de la lengua» en la poesía, en el verso, en la prosa de los escritores primitivos españoles, el Arcipreste de Hita, Gonzalo de Berceo y los poemas anónimos de aquella época, El libro de Alexandre, El diálogo del alma y el cuerpo, y otros. Esa savia primitiva junto con la savia del Simbolismo francés, que en ese momento está haciendo su eclosión, su florecimiento, van a traer un torrente de sangre fresca a la literatura lírica en español. Pero, ¿y la prosa?, la prosa se ha quedado atrás y precisamente el chiste de Alfonso Reyes, la gran aportación, la gran riqueza de Alfonso Reyes a la literatura, no mexicana, a la literatura hispánica e hispanoamericana, como lo sabrá reconocer un Jorge Luis Borges o un Miguel de Unamuno o un Ortega, consiste en hacer, lo mismo que hizo un Rubén Darío con el verso, hacerlo en la prosa, es decir, conectar a la prosa con los dos polos energéticos que alimentan a nuestra tradición, por un lado la relectura de la literatura hispánica primitiva y por otro lado la manifestación, la expresión de la literatura de Vanguardia. Reyes es, no sólo un escritor clásico, sino un escritor vanguardista y funde estas dos corrientes, estos dos torrentes en su idioma, del cual, el ejemplo más acabado, el ejemplo más señalado es el poema titulado Visión de Anáhuac, en el cual ahora me voy a detener. Primero les leeré un cachito de Visión de Anáhuac y después nos adentraremos en una pequeña exégesis del poema.

«En la era de los descubrimientos, aparecen libros llenos de noticias extraordinarias y amenas narraciones geográficas. La historia, obligada a descubrir nuevos mundos, se desborda del cauce clásico, y entonces el hecho político cede el puesto a los discursos etnográficos y a la pintura de civilizaciones. Los historiadores del siglo XVI fijan el carácter de las tierras recién halladas, tal como éste aparecía a los ojos de Europa: acentuado por la sorpresa, exagerado a veces. El diligente Giovanni Battista Ramusio publica en su peregrina recopilación Delle Navigationi et Viaggi en Venecia y el año de 1950. Consta la obra de tres volúmenes infolio, que luego fueron reimpresos aisladamente, y está ilustrada con profusión y encanto. De su utilidad no pude dudarse: los cronistas de Indias del Seiscientos (Solís al menos) leyeron todavía alguna carta de Cortés en las traducciones italianas que ella contiene. -Me salto, voy a otro lado, a la visión del propio valle de México. Epígrafe de Bernal Díaz del Castillo-. Parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís… No sé cómo lo cuente, Bernal Díaz del Castillo.
Dos Lagunas ocupan casi todo el valle: la una salada, la otra dulce. Sus aguas se mezclan con ritmos de marea, en el estrecho fondo formado por las sierras circundantes y un espinazo de montañas que parte del centro. En mitad de la laguna salada se asienta la metrópoli, como una inmensa flor de piedra, comunicada a tierra firme por cuatro puertas y tres calzadas, anchas de dos lanzas jinetas. En cada una de las cuatro puertas, un ministro grava las mercancías. Agrúpanse los edificios en masas cúbicas; la piedra está llena de labores, de grecas. Las casas de los señores tienen vergeles en los pisos altos y bajos, y un terrado por donde pudieran correr cañas hasta treinta hombres a caballo. Las calles resultan cortadas, a trechos, por canales. Sobre los canales saltan unos puentes, unas vigas de madera labrada capaces de diez caballeros. Bajo los puentes se deslizan las piraguas llenas de fruta. El pueblo va y viene por la orilla de los canales, comprando el agua dulce que ha de beber: pasan de unos brazos a otros las rojas vasijas. Vagan por los lugares públicos personas trabajadoras y maestros de oficio, esperando quien los alquile por sus jornales. Las conversaciones se animan sin gritería: finos oídos tiene la raza, y, a veces, se habla en secreto. Óyense unos dulces chasquidos; fluyen las vocales, y las consonantes tienden a licuarse. La charla es una canturía gustosa. Esas xés, esas tlés, esas chés que tanto nos alarman escritas, escurren de los labios del indio con una suavidad de aguamiel. El pueblo se atavía con brillo, porque está a la vista de un grande emperador. Van y vienen las túnicas de algodón rojas, doradas, recamadas, negras y blancas, con ruedas de plumas superpuestas o figuras pintadas. Las caras morenas tienen una impavidez sonriente, todas en el gesto de agradar. Tiemblan en la oreja o la nariz las arracadas pesadas, y en las gargantas los collares de ocho hilos, piedras de colores, cascabeles y adornos de oro. Sobre los cabellos, negros y lacios, se mecen las plumas al andar. Las piernas musculosas llevan aros metálicos, llevan antiparas de hoja de plata con guarniciones de cuero -cuero de venado amarillo y blanco-, suenan las flexibles sandalias. Algunos calzan zapatones de cuero como de marta y suela blanca cosida con hilo dorado. En las manos aletea el abigarrado moscador, o se retuerce el bastón en forma de culebra con dientes y ojos de nácar, puño de piel labrada y pomas de pluma. Las pieles, las piedras y metales, la pluma y el algodón confunden sus tintes en un incesante tornasol y -comunicándoles su calidad y finura- hacen los hombres unos delicados juguetes».

Hasta aquí Reyes. Visión de Anáhuac es un texto que escribe, que describe el Anáhuac, el altiplano en 1519. Es escrito en Madrid en estos años heroicos donde Reyes levanta sillas con palillos mondadiente, como decía Icaza, en 1915, hay ahí una especie de pequeña cábala, de pequeña simetría, 1519, 1915. El Reyes que está escribiendo esto, es el Reyes que ha salido de México, que ha visto a su padre caer asesinado, justamente, en términos, digamos, históricos de ahora, y él lo sabe, por eso después se va a aliar con los gobiernos revolucionarios, ha visto a su padre, ha visto caer a Victoriano Huerta, ha visto caer a Francisco Madero, ha visto todo el proceso que se está creando, se está dando en ese momento de las revoluciones mexicanas, porque ya sabemos, nos lo han dicho los historiadores ahora, que la Revolución mexicana no fue una; sino fueron muchas y que realmente no sabemos cuando terminó, si terminó en verdad en el 17, o en el 27, o en 29, o en el 36, con los últimos episodios de la contrarrevolución Cristera. Bueno, en 1915 Reyes tiene todas estas heridas en el cuerpo del alma y escribe un texto que es Visión de Anáhuac, que de alguna manera, es un regreso mental a México al México convulso de la Revolución mexicana, pero vamos a fijarnos vamos a detenernos un poco en la forma en que Alfonso Reyes regresa a su querida tierra, su patria. No regresa con la imagen, con la imaginación, con la mente, con la fantasía de un mexicano, regresa asombrosamente, con la mente, o metiéndose dentro del cuerpo mental del conquistador anónimo, de un español. Visión de Anáhuac es el descubrimiento del altiplano por un soldado anónimo, por un ìcî, por un «uno» de aquellos que acompañaron a Cortés. Pero Visión de Anáhuac representa otro descubrimiento, que es el descubrimiento que hace la literatura mexicana contemporánea de la literatura del Siglo de oro español. Reyes se mete dentro de la literatura del Siglo de oro, pero en lugar de escribir como un Quevedo, como un Cervantes, como un Góngora, se va a poner a escribir en la lengua popular de la época del Siglo de oro, es decir, como un Hernán Cortés, como un Bernal Díaz del Castillo o como una Teresa de Jesús o un Alonso de Contreras. Este descubrimiento de la literatura española clásica es un descubrimiento moderno es un juego arqueológico poético que da como da como resultado uno de los textos más consistentes de la literatura mexicana contemporánea, un texto que en cierto modo, «espejea», y de hecho se han hecho comparaciones a ese gran poema de la literatura universal contemporánea que es la Anábasis de Saint John Perse. Con todo este bagaje, Reyes nos está señalando un camino y ese camino es el de que, para vivir en el presente, en el momento y en el lugar presente de la literatura hispanoamericana o de la literatura mexicana, tenemos que tener vivas dos coordenadas: por una parte, la coordenada que nos viene del conocimiento profundo de la literatura hispánica, no en balde Reyes ha sido el primer escritor de lengua española que traslada a lengua moderna el poema del Mio Cid, por otra parte, no desdeñar, de ninguna manera, los bienes adquiridos por la experimentación, por la literatura de Vanguardia- en el momento de Reyes, por Apollinaire, por Supervielle y por otros, por Saint John Perse-.
Y con esto me detengo, yo les podría seguir hablando de nuestro querido huésped del hotel Chulavista donde se quedaba aquí, pero creo que es oportuno dejar un espacio para sus comentarios y sus reflexiones. Muchas gracias.

¿Por que Alfonso Reyes no se ocupó de México y sus colores y olores?

Respuesta de Adolfo Castañón: No. Yo creo que Reyes se ocupó mucho de México, pero no quiso bajar a la palestra polémica porque traía esta herida de haber sido el hijo de su padre. Reyes puede no ser conocido por algunos bachilleres del sur o de aquí de México, pero yo le aseguro que es un escritor que es enormemente apreciado y conocido fuera de México, baste pensar en los elogios que dedica Borges, que le dedica Byoy Casares y baste pensar también en el número muy amplio de estudiosos que se dedican a su obra, porque Reyes no sólo fue una persona o un escritor que escribió -como digo, algunas tres mil páginas sobre México, de las veinte mil de su obra total- sino que fue un funcionario del gobierno mexicano, y como tal trabajó, vamos a decir haciendo patria en los memorandos y dando conferencias, una y otra vez, a propósito de la cultura mexicana. Yo creo que el tema de la relativa ignorancia en relación con Alfonso Reyes, tiene que ver con que Reyes no es un escritor -voy a usar una palabra un poco exagerada- sensacionalista. Yo creo que hay algo de razón en lo que usted dice, pero sobre todo a nivel, digamos, de público y quizás también a nivel de editorial. El problema con Alfonso Reyes es que no es un Juan Rulfo que tiene dos obras que podemos memorizar rápidamente, es un hombre, que como les dije al principio, en su obra publicada de libro, sin hablar de los documentos, tiene un universo enormemente disperso. Y en cierto modo, el peor enemigo de Alfonso Reyes ha sido Alfonso Reyes, como lo decía Gabriela Mistral, en su carta a la embajada sueca y el propio Octavio Paz, en el fragmento que les leí. Porque Reyes es varios escritores, no sólo es un escritor, es el poeta, el cuentista, el helenista, el teórico literario, el epistológrafo, y un poco, yo diría para concluir con esta respuesta, que me ha llamado la atención en el curso de, mis ya no tan breves años, ver que en la última década hay una especie de renacimiento, de resurrección del interés por Reyes.

¿No se puede actualizar la obra de Alfonso Reyes?

Un día en Bogotá, -tengo un amigo colombiano- y de pronto tomo el taxi, estaba yo solo y oigo una cumbia, una cumbia en donde hay un refrán que se repite, que dice «Los caminos de la vida no llevan a donde yo voy». Y me quedo en el taxi: ¿Y esto de donde lo conozco?, si esta cumbia yo no la conozco, ¿de dónde sale, de donde sale? Bueno sale de aquí, es un poema de Alfonso Reyes, y con eso podemos levantar la sesión, está en el texto Soledades:

Soledades

«¿Qué tienes alma que gritas
a tu manera y sin voz?
Los caminos de la vida
no llevan a donde yo voy.

Mal sabes lo que procuras
mal puedes con tu dolor
échate el alma a la espalda
alma y sigue con valor.

No puedo que salí al mundo
y no me desengañó
vi una torre, vi una fuente
vi una mujer, vi una flor.
Sentí una canción, vi un ave
adiviné un resplandor
La torre se iba rindiendo
se agotaba el surtidor.

Mujer y flor se mudaban
perdiendo aroma y color
el ave se estremecía
ya no volaba, ya no
¿A dónde se fue el resplandor?

¿Qué tienes, alma que gritas
a tu manera y sin voz?
Los caminos de la vida
no me llevan a donde yo voy.

Disque íbamos a vivir
disque íbamos a viajar
disque íbamos a ser felices
vivir juntos y lo demás».