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El Dios Amarillo. Por Alfonso Reyes Ochoa

Hay, en la familia materna, un personaje que me deslumbra. Vivía en las Islas Oceánicas, con centro principal en Manila. O los tenía por derecho propio, o había adquirido los rasgos de aquellos pueblos, a tanto respirar su aire y beber su agua, como diría Hipócrates. Desde luego, tartajeaba en lengua española; y los ojos vivos y oblicuos le echaban chispas las raras veces que llegaba a encolerizarse.

Traficaba en artes exóticas. Traía hasta Jalisco ricos cargamentos de sedas, burato y muaré; chales, mantones, telas bordadas que apenas alzaban entre sus cuatro esclavos, y gasas transparentes urdidas con la misma levedad de los sueños, cendales de la luna.

Un esclavo lo bañaba y lo ungía de extraños bálsamos, otro le tejía y trenzaba las guedejas, el tercero lo seguía con un parasol, el cuarto lo llevaba a casa de mi Abuela Josefa —creo que era su Abuelo— la butaca de madera preciosa.

Andaba como los potentados chinos, echando la barriga y contoneándose, para ocupar el mayor sitio y obligar a la gente humilde a estrecharse y escurrirse a su lado. Usaba botas federicas y calzón sin bragueta, abierto en los flancos, que llamaban «calzón de tapa-balazo». Le gustaba sentirse insólito; y como era filósofo, dejaba que se le burlaran los muchachos, mi madre entre ellos.

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De la cardinalidad de los números Reales. Por Braulio Hornedo Rocha

Una imagen duplicada reclaman,
números a la docta geometría
con aquella magnifica ironía
de la razón inversa, en los que aman.

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Juego mi vida, cambio mi vida. León de Greiff

Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Häusler (MedellínColombia22 de julio de 1895 – Bogotá, Colombia11 de julio de 1976; Generación 1900), mejor conocido como «León de Greiff«, es uno de los más destacados poetas colombianos del siglo XX. Se le conoció también como Leo Le Gris y Gaspar de la Nuit . De Greiff fue de los impulsores del movimiento literario Los Panidas (Medellín1915):

Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida…

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo…

La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo…—

Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo…:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo…

Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.

Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota rubia;
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por una anilla de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno:                                                                         —para echar a rodar la bola…

Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca…

o por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.

Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas…

¡o por dos huequecillos minúsculos
—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres,
la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres…!

Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida…

Para conocer más sobre la vida de León de Greiff, le convidamos a que aprecie el siguiente documental:

Carolina Moreno Echeverry

Ingeniera civil, Especialista en Hermenéutica Literaria de la Universidad EAFIT (Medellín, Colombia), Maestra en Literatura del Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos, Doctora en Literatura por El Colegio de Morelos (Cuernavaca, México). Se ha desempeñado como consultora empresarial y docente universitaria en Colombia y México. Ha participado como ponente en diversos congresos académicos internacionales y nacionales, entre los cuales destacan el IV Coloquio internacional de estudios mexicanos: Octavio Paz entre nosotros. Homenaje a cien años de su nacimiento, El Colegio de Puebla A.C., III Congreso internacional de literatura hispanoamericana: Enrique Vila-Matas, Benemérita Autónoma Universidad de Puebla; El humanismo radical de Iván Illich. Encuentro intercultural 2012, Universidad Autónoma del Estado de Morelos; entre otros. Ha sido colaboradora de La Jornada Morelos, La Avanzada Morelos, Revista Tamoanchan y Revista Crítica. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: En busca del poder mitopoético del agua (2016)Intertextualidad: entre la imitación y la creación (2012), París no se acaba nunca y la leyenda de Hemingway (2012), Imaginarios urbanos en la novela Angosta de Héctor Abad Faciolince (2012). Sus líneas de investigación comprenden las humanidades digitales, el método histórico de las generaciones en las tradiciones del pensamiento y la crítica de la literatura hispanoamericana contemporánea.